La escala de las filtraciones de las conversaciones del presidente de EE.UU., Donald Trump, con líderes mundiales se ha agravado hasta tal punto que la Casa Blanca ha calificado el asunto de "preocupante" y ha declarado que está investigando la situación. En ese sentido, la periodista Irina Alksnis asegura que "se trata, sin duda, de un sabotaje del trabajo [de Trump] por parte de su propia Administración".
En su artículo para el rotativo Vzgliad, la periodista recuerda el reciente diálogo telefónico de Trump y el primer ministro australiano Malcolm Turnbull, que el líder estadounidense describió como "la peor de todas" las conversaciones que mantuvo aquel día, según reportó 'The Washington Post', y también repasa la noticia de Reuters sobre la crítica de Trump al acuerdo nuclear con Rusia durante una conversación telefónica con el presidente ruso Vladímir Putin. Alksnis hace hincapié en que en el último caso, la información proviene de varios funcionarios y la escala de las filtraciones demuestra que "no puede tratarse de una casualidad".
La situación deja al descubierto problemas tanto de carácter local ―y refleja la disciplina en la Administración de Trump―, como de carácter global que amenazan con torpedear la línea presidencial en la política exterior, opina Alksnis. A su modo de ver, la situación actual demuestra, ante todo, el hecho de que el presidente no puede confiar en su propia Administración.
"¿Un mandatario débil?"
"El problema revelado requiere una rápida solución", indica Alksnis, quien explica que si Trump no consigue resolver este "asunto totalmente básico de mantener la privacidad de sus conversaciones telefónicas", es poco probable que "consiga éxito en otras cuestiones mucho más complejas".
"La tarea de conseguir relaciones de confianza y conversaciones directas con los líderes extranjeros puede llegar a ser inalcanzable si [los líderes] entienden que cada palabra suya puede aparecer en las páginas de la prensa mundial pocas horas después de la conversación con el presidente estadounidense", razona la periodista, añadiendo que para colmo, Trump resulta representado como "un presidente débil, incapaz de solucionar un problema más banal y cuyo trabajo y planes son saboteados por sus propios empleados".