Rafael Correa ganó sus primeras elecciones presidenciales de Ecuador en 2006 obteniendo más del 56% de los votos en la segunda vuelta. Tras 10 años en el poder, Correa abandona el Palacio de Carondelet tras una gestión que ha acumulado grandes aciertos pero también ha cosechado críticas.
La bonanza petrolera acompañó sus primeros siete años de Gobierno, durante los cuales logró reducir los índices de pobreza del país a casi la mitad. Por cosas como esta, Correa alcanzó una gran popularidad en su país, lo que le permitió ganar tres elecciones presidenciales y cuatro consultas populares.
La educación, la salud y la obra vial fueron sus aciertos más resonantes. Correa afirmó que deja un legado con un 80% de los estudiantes acudiendo al sistema educativo público, mientras que en 2007 solo lo hacía el 22%.
Las millonarias inversiones en infraestructuras permitieron la construcción de escuelas, universidades y hospitales, mientras que en salud se aumentó el personal médico de 9 facultativos por cada 10.000 habitantes hasta los 20 que existen en la actualidad.
Correa obtuvo reconocimiento internacional luego de que su gestión permitiera a Ecuador pasar del puesto 10 al primero en calidad de vías en Latinoamérica, según el ranking 2015 del Foro Económico Mundial.
Sin embargo la gestión del político también tiene sus detractores. Pablo Ospina, docente de Universidad Andina Simón Bolívar, critica a Correa por la "enorme cantidad de despilfarro" que según él se produjo durante su mandato, mientras que otros argumentan que muchos de sus logros fueron conseguidos gracias a los altos precios del petróleo. Los medios de la oposición, por su parte, calificaron su Ley de Comunicaciones de 2013 como una "ley mordaza".
Con todo lo anterior, y a pesar de haber sufrido lo que calificó como un intento de asesinato durante una protesta de policías en 2010, el mandatario se retira de la escena política con el 42% de aprobación de la sociedad ecuatoriana, una cifra más alta que la alcanzada por cualquiera de los mandatarios anteriores.