"No es cocaína": Bolivia lucha contra el estigma controlando la ruta de la hoja de coca
En la región boliviana de Los Yungas lo tienen claro: la hoja de coca no es ninguna droga y mascarla es una tradición. La planta doméstica más antigua de Latinoamérica está rodeada por muchos mitos, mientras que la palabra 'coca' se ha convertido en sinónimo de cocaína. Esta es solo una de las razones por las que muchos la satanizan.
"Nos ha costado sangre"
"Nos ha costado mucho convencer a otros países de que la coca en su estado natural no es cocaína. Hemos hecho protestas, marchas, huelgas de hambre, nos ha costado sangre", cuenta Guadalupe Rocabado, ejecutiva de la organización campesina Cofecay.
El presidente boliviano Evo Morales también ha defendido la hoja de coca en varias ocasiones. En su famoso discurso ante las Naciones Unidas, habló sobre su uso, los efectos y el significado que tiene para su nación.
Hace años, en la región se cultivaban otras plantas, pero debido a la erosión del suelo, hoy día sus tierras solo son aptas para la coca. Esta es la única fuente de ingresos de sus habitantes, quienes aseguran que es uno de los alimentos más completos, rico en vitaminas, hierro y fibras.
Control de la ruta de la hoja
Los productores cocaleros se han unido en cooperativas ya que solo así, siendo socios, pueden comercializar su producto. En el único mercado legal de coca en La Paz cualquier persona puede venir a comprar la hoja pero, debido al fuerte control del Estado, solo los comerciantes minoristas pueden adquirir más de 7 kilos. Desde este punto, se necesitan más de una decena de sellos para poder llevar el producto hacia otras regiones del país, y tanto las autoridades gubernamentales como la organización Adepcoca controlan la ruta completa de la hoja.
Gerardo Ríos, secretario de comercialización de Adepcoca, cuenta que la hoja de coca se transporta mediante una "orden comunal" que indica su origen, la cantidad y su fecha, entre otros datos.
Esta es una de las formas que tienen los campesinos para controlar su uso y romper con la estigmatización de la planta. Intentan darle oficialmente su valor cultural, social y espiritual y legitimar su uso ancestral. Y repiten: "¡la coca no es cocaína, al igual que la uva no es alcohol!".