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La última palabra del Pütchipü’ü: ¿Cómo se solucionan los conflictos en La Guajira?

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Son más de 600.000 personas las que conforman una etnia que habita el territorio donde se desdibujan los límites entre Colombia y Venezuela. En esa comunidad, que sobrevivió con tozudez los rigores de la colonización, hay hombres dotados de un poder incalculable: los Pütchipü’ü.
La última palabra del Pütchipü’ü: ¿Cómo se solucionan los conflictos en La Guajira?

Ni el ojo por ojo ni la justicia tradicional. La salida a los conflictos siempre es a través del diálogo propiciado por un 'palabrero', un pütchipü’ü.

En la cultura wayúu, el pütchipü’ü es el hombre encargado de mantener la armonía entre los clanes de la etnia más grande de Colombia y Venezuela, que se asienta desde hace siglos en un territorio donde las fronteras son apenas un accidente geográfico. Ese sistema normativo, donde la palabra está por encima de la violencia, ha sido reconocido por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad.

"En 2010, Colombia ingresó el expediente del palabrero ante la Unesco, pero vamos a iniciar un proceso para que próximamente se transforme en una iniciativa binacional. Esto ha motivado mucho a las comunidades wayúu que viven en el lado venezolano para avanzar en todo el trabajo relativo a la salvaguarda de su cultura", explica a RT el presidente del Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela, Benito Irady. Pero los retos que afronta la etnia para proteger sus prácticas ancestrales no son pocos.

Los olvidados

En La Guajira, la aridez es norma. Las dunas y la vegetación xerófila arropan buena parte del paisaje desértico que se extiende por más de 27.000 kilómetros cuadrados entre Colombia y Venezuela, donde se alberga la etnia en las llamadas "rancherías".

A la sombra, la temperatura puede alcanzar hasta los 40 grados centígrados. En los últimos años, la sequía provocada por los embates de El Niño y el impacto de proyectos hechos por los "alijuna" (personas no wayúu) han afectado tanto la vida de la población indígena que hay registros de más de 4.770 niños fallecidos por desnutrición del lado colombiano. En 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) concedió medidas cautelares en favor de la comunidad ancestral.

La abogada defensora de la comunidad wayúu ante la CIDH es Carolina Sáchica, quien comentó a RT que este viernes asistirán a una nueva audiencia para hacer seguimiento a la implementación de las medidas cautelares, aunque consideró que las últimas acciones emprendidas por el gobierno de Juan Manuel Santos "demuestran que el Estado no tuvo capacidad de garantizar el derecho a la vida e integridad personal" de la comunidad porque, desde la primera alerta del sistema interamericano, se han reportado cien muertes de menores de edad.

Del lado venezolano, los conflictos no son menores. La militarización de la frontera, la coyuntura económica que ha encarecido los bienes de consumo (de los que se abastecen los wayúu) y las agudización de fenómenos como el contrabando, son el caldo de cultivo para complicar la preservación de las prácticas tradicionales de la comunidad, que ahora han sido permeadas por la hostilidad política, económica, social y cultural en ese territorio binacional.

"Yo lo digo con mucha pena, pero la verdad es que nosotros hemos perdido la costumbre de acudir a los pütchipü’ü. Creo que sólo 20 o 30% de la población wayúu pide sus servicios y eso, en gran parte, es por la precaridad económica. Si uno se los trae de La Guajira hasta Maracaibo (al occidente de Venezuela), debe cubrirles la logística y a veces las familias no pueden costearlo", detalla a RT la dirigente de esa etnia, Mercedes González, perteneciente a la ONG Fundación Integral de los Derechos Humanos de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Zulia (Fundedhiz).

Diplomacia indígena

Para dirimir cualquier disputa entre los wayúu, los ofendidos deben acudir primero a los 'palabreros', gente de la comunidad con un "don" especial para el verbo que es capaz de reconciliar matrimonios, saldar deudas entre un clan a otro, y hasta evitar confrontaciones de sangre entre clanes. No son jueces ni árbitros y sólo actúan por petición de las partes.

El palabrero, como emisario, lleva el mensaje del agraviado al agresor para reestablecer la convivencia sin el uso de la violencia. Si quien hace la primera afrenta acepta la mediación, empieza un proceso de argumentos entre las partes para determinar el "pago" con el que se zanja el conflicto, que puede ser de naturaleza material o simbólica.

Irady reconoce que, del lado venezolano "se ha distorsionado la imagen del palabrero como alguien 'camorrero' (conflictivo, buscapleitos), por lo que es necesario recuperar la visión tradicional y ancestral del término". Pero la cercanía con capitales como Maracaibo, las prácticas en una "frontera caliente" como la de La Guajira y la violencia que caló en el territorio por el conflicto armado en Colombia, dificultan la posibilidad de salvagaurda.

"Las fronteras son un tema en el que queremos avanzar porque se han mantenido zonas muy conflictivas y las culturas pueden verse muy afectadas si no se tiene una mirada más comprensiva en ese ámbito", advierte el funcionario venezolano. 

Oficio de palabra

Hace tres años, el antropólogo colombiano Weildler Guerra fue el curador de una exposición sobre los palabreros wayúu en el Banco de la República de Colombia. "Tenemos que preservar la transmisión intergeneracional del conocimiento de los pütchipü’ü a las nuevas generaciones", dijo en esa oportunidad, "hay muchos factores que pueden poner en peligro el sistema normativo". Hoy es el gobernador encargado de La Guajira.

Guerra se juramentó a principios de marzo como sucesor temporal de la ex gobernadora Oneida Pinto, quien salió del cargo luego de ser acusada de desviar recursos dirigidos a un programa para reducir la mortalidad infantil por desnutrición. Si la condenan, sería la tercera mandataria regional del departamento colombiano en ir a cárcel por corrupción.

Una de las primeras acciones de Guerra en el departamento colombiano fue habilitar en su despacho a un palabrero wayúu para solventar conflictos entre clanes indígenas, lo que ha sido interpretado como un gesto de reconocimiento a esa comunidad. Del lado venezolano, las gestiones continúan para lograr el expediente binacional del sistema normativo del pueblo wayúu aplicado al pütchipü’ü ante la Unesco.

Irady es optimista: "Hay mucho entusiasmo en las comunidades wayúu y un interés creciente entre los jóvenes para poder tener mayor nivel de confianza en los valores culturales que les han transmitido por generaciones". La esperanza es que ellos, los muchachos, perpetúen el legado ancestral que le da a la palabra el poder para apagar cualquier guerra.

Nazareth Balbás

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