Con acuerdos que implican una inversión de 65.000 millones de dólares terminó el encuentro entre el presidente chino, Xi Jinping, y el rey saudí Salmán ben Abdelaziz.
El anuncio lo hizo este jueves el viceministro de Asuntos Exteriores chino, Zhang Ming, quien detalló que "Xi y el rey Salmán son viejos amigos. Tienen muy buena relación", refiere El Diario. Ese cuadro de cordialidad entre Pekín y Riad sucede apenas dos días después de que el presidente norteamericano, Donald Trump, recibiera en la casa blanca al príncipe heredero saudí Mohamed ben Salmán. ¿Es una coincidencia que las reuniones con dos potencias, en pugna por el mercado mundial, ocurran la misma semana?
Para el internacionalista Jean Paul Mertz, especialista en temas de Medio Oriente, la respuesta es obvia: no. "Los bajos precios del petróleo generan la necesidad (de Arabia Saudí) de tener consumidores seguros, y la política de Trump, que busca una mayor independencia energética, obliga a buscar otros grandes consumidores como China", explica a RT.
Pero si para Riad la cercanía con Pekín obedece a motivos comerciales, su interés en EE.UU. no deja de ser estratégico. "No hay que olvidar que Washington es un aliado en el enfrentamiento con Irán", apunta Mertz.
Evitar dependencia
Los augurios del ministro de energía saudí, Khalid al-Falih, se cumplieron. Justo después de que Trump ganara la presidencia, el alto funcionario predijo que el republicano mostraría "su esencia verdadera" cuando asumiera las funciones y tuviera tiempo de "digerir todas las cuestiones".
Trump, quien durante su campaña prometió lograr una "completa independencia energética" de "los carteles petroleros", ha bajado el tono con su socio saudí y hasta los ha excluido del veto migratorio. La recepción del príncipe heredero, el primer dirigente del Golfo en visitar la Casa Blanca, es otra señal de que una retórica menos cáustica con Riad.
Según un comunicado de Washington, ambos dirigentes expresaron su deseo de reforzar la cooperación energética y económica mediante un plan de inversiones de "más de 200.000 millones de dólares", en "los próximos cuatro años".
La razón, estiman analistas citados por AFP, es que EE.UU. ve en Arabia Saudí es un factor decisivo "para la estabilidad y la seguridad del Oriente Medio y para la estabilidad económica mutua". No obstante, estima Mertz, eso no es suficiente para tranquilizar a la monarquía que "está tratando de evitar la dependencia a través de la diversificación de sus compradores", y por eso, simultáneamente, acude a China.
Mercado chino
"Las conversaciones entre Arabia Saudita y China se basan más en temas comerciales que políticos porque Pekín acostumbra no tener ningún tipo de injerencia, lo que ha ayudado a generar confianza a la hora de sostener acuerdos. Riad, por su lado, juega adelante para prevenir la competencia por el mercado chino", explica el especialista.
Mertz sostiene que aunque Arabia Saudita sea el primer exportador de petróleo, la sobreoferta actual de crudo ha mermado su capacidad de maniobra, por lo que han decidido apoyar a China en el desarrollo de su industria petroquímica y de refinación "con el propósito de proyectarse como su principal proveedor".
Como las refinerías se construyen de acuerdo al tipo de petróleo, dice el internacionalista, la carta de la monarquía saudí es impulsar infraestructura petrolera china para que refine barriles de "arabian light, que es uno de los más livianos del mundo, lo que casi garantiza un acuerdo subsecuente de suministro".
Aunque no hay mayores detalles del alcance de los pactos comerciales entre Riad y Beijing, se sabe que entre los 16 acuerdos está un memorando de entendimiento entre las petroleras estatales Aramco y Norinco para "diversificar sus activos", así como un convenio para el desarrollo de proyectos petroquímicos entre sus firmas nacionales.
Nazareth Balbás