Cómo un producto destinado a curar el cáncer causó multitud de muertes por esta enfermedad

Los descubrimientos de Marie Curie fueron de los más importantes del siglo XX, pero el desconocimiento de sus efectos nocivos llevó a muchos a utilizarlo para fabricar productos de uso diario.

Mucho antes de que se conociera el peligro real de la radioactividad sobre el ser humano, los científicos creían que, por el contrario, esta podía ser beneficiosa para el ser humano.

La célebre científica Marie Curie, la única mujer ganadora del premio Nobel en dos especialidades distintas —Química y Física—, realizó varios experimentos que dieron paso a importantes descubrimientos científicos, aunque en un principio estos implicaran el deterioro de la salud de muchos.

Un 'agradable' peligro mortal

Curie descubrió dos elementos químicos desconocidos hasta la fecha: el polonio y el radio. Sin embargo, el tratamiento poco cuidadoso de estos materiales radioactivos tanto por ella como por parte de su marido Pierre se vio reflejado en sus extrañas notas, que para los científicos guardaban un halo de misterio y romanticismo.

En sus anotaciones, Curie describía cosas como que una de sus mayores alegrías era trabajar por la noche, debido a que la penumbra le permitía percibir "el débil reflejo de las siluetas luminosas de las botellas" que contenían el material radioactivo.

El contacto directo con estos elementos finalmente dejó graves secuelas en la salud de la afamada científica, quien falleció en 1934 a los 67 años debido a una anemia aplásica causada por la continua exposición a la radioactividad. Su hija Irène y el esposo de esta, Frédéric Joliot-Curie, fallecieron a los 58 años de edad, también por la exposición a los peligrosos compuestos químicos que manejaban en su trabajo.

Más de 100 años después, muchos de los objetos personales de Curie, incluyendo la ropa, muebles, libros y las notas de laboratorio siguen estando contaminados por la radiación.

Las notas personales de 'la madre de la física moderna', guardados en la Biblioteca Nacional de Francia en París, pueden ser consultados por los visitantes, pero solo tras firmar una renuncia de responsabilidad y utilizando un equipo especial de protección. Deberán pasar unos 1.500 años más hasta que estos objetos disminuyan a la mitad su nivel de radioactividad.

La cura radioactiva, un gran negocio

Curiosamente, después de los experimentos y de las deliberadas exposiciones de los Curie y otros investigadores de la época a la radiación, la comunidad científica llegó a la conclusión de que esta práctica era buena para la salud.

En 1903, Pierre Curie sometió su brazo a la emanación de radio durante 10 horas seguidas, causándole una marca "similar a una quemadura, pero sin dolor", escribía Marie Curie.

La fama de los nuevos y desconocidos elementos radioactivos se expandió rápidamente y llegó hasta la industria. La compañía alemana Auergesellschaft, lanzó al mercado un producto llamado Doramad, una pasta dental que contenía pequeñas cantidades de torio —un elemento radiactivo— que se vendía a un alto precio por sus 'propiedades curativas'. La publicidad del producto aseguraba que "su radioactividad incrementa la defensa de los dientes" y que "las células adquieren más energía y las bacterias se someten a su efecto destructivo".

El destructivo efecto de la radiación publicitado por estas compañías, por supuesto, era real e incluso sirvió de base para desarrollar un tratamiento contra el cáncer que se utiliza aún en nuestros días: la braquiterapia o exposición a la radiación de las células cancerígenas para causar su destrucción.

Sin embargo, el Doramad no fue el único producto de este tipo que se comercializó. Unos empresarios franceses crearon cosméticos como cremas, polvos de maquillaje y pintalabios bajo la marca comercial Tho-Radia, que garantizaban un efecto rejuvenecedor en la piel. Otros utilizaban los baños de radio para tratar el insomnio y un producto llamado Revigator —que irradiaba uranio y radio— era vendido como un método paraprevenir la artritis y las flatulencias.

Como era de suponer, el inapropiado uso que se le daba a los efectos de la radiación causaba más daños que beneficios, multiplicando los casos de cáncer entre los consumidores de estos productos. A tal punto, que, finalmente, al terminar la década de 1920, las instituciones de regulación médica comenzaron a prohibir la utilización de cualquier elemento radiactivo en la elaboración de productos de uso personal.