RT ha conocido algo sorprendente sobre la vida de la fauna marina por boca de un participante y organizador de varias expediciones oceanográficas. El miembro de la Academia de Ciencias de Rusia, Alexánder Vereschaka, detalló en una conferencia los descubrimientos que han hecho los tripulantes del barco hidrográfico Akadémik Mstislav Kéldysh.
Ante todo, los científicos rusos profundizaron en el conocimiento de los criaderos naturales de los camarones que tanto abundan en todos los océanos, un tema prácticamente desconocido en el siglo XX a pesar de que estos pequeños crustáceos forman parte de la gastronomía de muchas naciones desde hace siglos. Estos criaderos fueron descubiertos junto a las fuentes o fumarolas hidrotermales, una especie de 'chimeneas submarinas' de origen volcánico que se pueden encontrar a lo largo de toda la dorsal Mesoatlántica.
Los camarones solo conocen la vertical
Ecosistemas enteros se forman en torno a las fumarolas del lecho marino. Muchos camarones se acercan tanto a estas fuentes de calor que caen al fondo quemados y muertos, relata el oceanólogo Vereschaka. Sin embargo, el calor no representa únicamente un peligro, sino que también ofrece unas condiciones ideales para el crecimiento de las larvas de camarón.
A pocos centímetros de la grieta por donde sale el magma, las temperaturas ascienden a 30º centígrados, mientras que a unos 5 metros de distancia ya descienden a los 3º, que es la temperatura media del agua en el océano. Estos sistemas ecológicos son la fuente de la mayor parte de la población de camarones en el océano mundial.
La observación de las rutas migratorias de los camarones también ha demostrado que la forma de pescar esta especie está mal diseñada. Además de no ser selectivas, las redes de arrastre que se utilizan son además muy poco eficaces, porque estos animales disciernen el peligro a 10 o 15 metros de distancia y "lo esquivan en dos saltos verticales", explica el científico.
De hecho, los camarones migran únicamente de arriba hacia abajo y viceversa, mientras que "la dimensión horizontal no existe para ellos", afirma Vereschaka. Si se desplazan horizontalmente, es debido únicamente a las corrientes marinas.
Así sobreviven los 'demonios'
Los camarones no son los únicos habitantes del fondo oceánico. Allí también se encuentran los estómidos, también conocidos como peces-demonio. Estos animales de terrorífico aspecto viven en un mundo de tinieblas. Pueden detectar a sus presas únicamente por la sombra que proyectan cuando pasan por encima de ellos. En este lugar, la mejor estrategia para no ser devorado es pasar siempre por debajo de tus potenciales depredadores.
Sin embargo, a pesar de vivir a 2.000 metros de profundidad, el pez-demonio no tiene que soportar eternamente una oscuridad generalizada. De hecho, a veces se convierte él mismo en una especie de 'linterna'.
Su fuente de luz son unas bacterias luminiscentes que viven únicamente en la punta de un pedúnculo situado sobre la boca. Esta simbiosis le ayuda a encontrar presas, que se acercan atraídas por este señuelo luminoso.
El rasgo más peculiar de estos peces (y no de sus más conocidos parientes, los lófidos como el rape pescador y rape blanco) es que presentan un dimorfismo extremo dependiendo del sexo. Mientras que las hembras maduras pueden alcanzar hasta un metro de largo, los machos no llegan a los 4 centímetros y su destino es parasitar a la 'demonio' que elijan.
El apareamiento se inicia cuando el macho muerde la ventresca de la hembra para sujetarse con los dientes y unirse con ella de por vida. Tras esto se inicia un largo proceso en el que se va compenetrando cada vez más por medio de la lengua y los labios, mientras que su intestino se reduce progresivamente hasta convertirse su cuerpo en un anexo que solo se dedica a fecundar a la hembra. Así nadarán macho y hembra como si fueran uno solo hasta el día en el que la muerte le llega a los dos.
"Esta es la respuesta que ha ofrecido la naturaleza para la pregunta: ¿Cómo puedes reproducirte cuando estás solo en un kilómetro cúbico", resume Alexánder Vereschaka. Los oceanólogos rusos no solo pudieron verificar estas peculiares relaciones —algo que ya sorprendía a los pescadores medievales que a veces se encontraban con estos 'demonios' en sus redes—, sino también presenciar el proceso de desarrollo de estos encuentros.
Alexéi Vlásov