Hace 150 años, el 30 de marzo de 1867, Rusia vendió Alaska y sus islas adyacentes a EE.UU. por 7,2 millones de dólares, a cuatro centavos por hectárea. ¿Por qué el emperador Alejandro II tomó una decisión que, a día de hoy, sigue despertando gran controversia en la sociedad rusa?
La Compañía Ruso-americana
Desde el momento de su descubrimiento por viajeros rusos en 1732 y hasta su venta en 1867, Alaska fue una esfera de intereses de los comerciantes, que se dedicaban sobre todo al comercio de pieles. En los últimos años del siglo XVIII, el zar Pablo I de Rusia unió a todos los grupos de comerciantes en un solo monopolio patrocinado por el Imperio ruso: la Compañía Ruso-americana.
Una de las personas que más esfuerzos dedicó al desarrollo y colonización de esta región fue el viajero y diplomático ruso Nikolái Rezánov. En 1806, emprendió un viaje naval hacia los asentamientos españoles en California, donde logró romper el hielo en la relación e incluso se comprometió con la hija del gobernador. Si no hubiera sido por la temprana y súbita muerte de Rezánov, el destino de Alaska, así como el de Rusia y EE.UU., podría haber sido diferente.
Un territorio difícil de defender
Durante un tiempo, la Compañía se mantuvo a flote y recibió el apoyo moral y económico del Gobierno, hasta que surgieron problemas geopolíticos:
- En primer lugar, había temores sobre un posible ataque de la Flota británica, pues el Reino Unido controlaba las tierras cercanas a Alaska, en el territorio de la actual Canadá.
- En segundo lugar, los estadounidenses desarrollaban rápidamente una red ferroviaria, con la intención de expandirse por toda América del Norte.
En aquel momento, Rusia tenía pocas posibilidades de defender sus territorios americanos. Además, la Compañía Ruso-americana y el Gobierno ruso gastaban mucho dinero en el mantenimiento de colonias sin recibir a cambio ningún beneficio tangible para el Estado. Las cosas iban mucho mejor en la región de Amur, por lo que a mediados del siglo XIX, la existencia de la América rusa se puso en tela de juicio.
La última oportunidad
Tras la guerra de Crimea (1853-1856), Rusia se encontraba en una situación económica complicada y necesitaba préstamos externos por valor de unos 45 millones de dólares, con lo cual, estaba interesada en cualquier fuente de ingresos. El problema era que la parte estadounidense ofreció inicialmente solo 5 millones por Alaska, una suma que Rusia no podía aceptar.
Además, en aquel momento, en EE.UU. comenzó la Guerra Civil, dejando el tema de Alaska en un segundo plano. La Compañía Ruso-americana obtuvo una última oportunidad de supervivencia, que, sin embargo, perdió.
Aunque no había demostrado su eficacia, la Compañía exigió al Gobierno que pagara sus deudas y le proporcionara beneficios adicionales. Mientras tanto, los principales oponentes de la América rusa, encabezados por el hermano del emperador, el Gran duque Constantino Nikoláievich de Rusia, asediaban a Alejandro con informes sobre la inutilidad de Alaska, proporcionando tres razones principales por las que debía ser vendida:
- La ineficacia de la Compañía Ruso-americana, que no podía existir sin el apoyo de los fondos públicos.
- El rápido desarrollo de la región de Amur.
- El deseo de una alianza con Estados Unidos.
La compra
En 1866, la Guerra Civil en EE.UU. terminó. Para aquel entonces, ya ninguno de los altos funcionarios rusos se oponía a la venta, y las negociaciones se reanudaron. Rusia estaba representada por el diplomático Eduard Stekl, quien consiguió aumentar la suma final hasta los 7,2 millones de dólares.
El 30 de marzo de 1867, la compra fue cerrada, convirtiéndose, según se descubrió después, en una de las adquisiciones más rentablesde la historia de EE.UU. El territorio de la antigua América rusa no solo es rico en recursos naturales, sino también tiene una ubicación estratégica que facilita a EE.UU. la influencia en el océano Pacífico y el acceso al mercado asiático.