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"Una serie de errores estúpidos": ¿por qué Hitler nunca poseyó armas nucleares?

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Richard Rhodes, historiador y periodista estadounidense, explica por qué Estados Unidos y la Unión Soviética desarrollaron la nueva arma mortífera antes que los nazis.

El proceso de fisión atómica fue descubierto casualmente por los científicos alemanes Lisa Meitner y Otto Hahn pocos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la Alemania nazi no aprovechó el hallazgo para empezar inmediatamente a desarrollar armas nucleares y, como resultado, nunca las consiguió, mientras que Estados Unidos y la Unión Soviética prestaron mucha atención a esa nueva tecnología. En una entrevista a RT, el historiador y periodista estadounidense Richard Rhodes habla sobre la historia del diseño y el primer uso de esa arma mortífera.

Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania reinaba el caos burocrático, explica el historiador, y el propio Hitler no estaba muy al corriente de las cuestiones relacionadas con la energía nuclear, ya que tenía más interés en los misiles. La versión según la cual los académicos alemanes engañaron al Gobierno sobre la dificultad de crear una bomba atómica es poco fundada, según el periodista. "En realidad cometieron una serie de errores bastante estúpidos", asegura Rhodes, que pone de ejemplo a Werner Heisenberg, ganador del Premio Nobel de física, que no podía imaginar que EE.UU. hubiera creado bombas con uranio-235, de manera que para la fabricación de un proyectil se necesitaran solo unos pocos kilos del isótopo y no varias toneladas.

Aunque las autoridades alemanas y japonesas llegaron a la conclusión de que nadie podría crear una bomba atómica, EE.UU. y el Reino Unido creían que los nazis estaban trabajando en esa arma y ya habían avanzado en su desarrollo. Según indica Rhodes, Washington sabía que Alemania contaba con académicos excelentes y temía las capacidades científicas del Reich.

EE.UU. quería crear una bomba atómica antes que Alemania porque sus líderes entendían que un arma de ese tipo daría la victoria al primer país que la lanzar. Pero el primer ataque fue realizado contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, después de la derrota de Alemania. Según destaca Rhodes, otras ciudades con más de 50.000 personas ya habían sido destruidas, y la "única razón" por la cual Hiroshima y Nagasaki habían quedado intactas es que habían sido determinadas como objetivos por la Fuerza Aérea norteamericana. "No hay ninguna duda de que los militares estadounidenses sabían lo que estaban haciendo", agrega el periodista.

No obstante, no fueron las bombas nucleares la causa real de la capitulación de Japón, sino la posibilidad de una invasión soviética, opina Rhodes. El historiador apunta que análisis de documentos soviéticos, japoneses y estadounidenses muestran que la decisión japonesa de capitular fue provocada por la ofensiva soviética en la región de Manchuria, que empezó el 9 de mayo de 1945. No obstante, los bombardeos nucleares también influyeron en la decisión del emperador japonés de instar a la capitulación, admite Rhodes.

Stalin, por su parte, recibía informes detallados sobre el 'Proyecto Manhattan' (el proyecto conjunto de EE.UU., Canadá y Reino Unido para desarrollar una bomba atómica), en el cual se habían infiltrado muchos agentes de la inteligencia soviética, sostiene Rhodes. Por ese motivo, cuando el presidente estadounidense Truman informó a Stalin de la bomba, si la Unión Soviética no tenía planes por lo menos sí tenía una idea general de lo que era. "Puede que Stalin no confiara mucho en esa información, pero la tenía", cree el historiador, añadiendo que es muy probable que Stalin "no reaccionara de ninguna manera" a las palabras de Truman porque "no quería mostrar al mandatario norteamericano qué sabía en realidad".

"Creo que los científicos entendían hasta qué punto sería destructiva la nueva arma y sabían que si otro país la conseguía el mundo se encontraría al borde de una guerra terrible", sintetiza Rhodes. El historiador enfatiza que los académicos esperaban que un acuerdo internacional tras la guerra pudiera prevenir una guerra nuclear, pero las autoridades no estaban dispuestas a escuchar sus argumentos y no entendían que la nueva arma cambiaría el mundo tal como lo conocían, concluye Rhodes.

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