Los militares deben "tener cuidado con la arrogancia, el peor de los hábitos estratégicos", advierte James Holmes, profesor de estrategia en el Colegio de Guerra Naval de EE.UU., en un artículo publicado por la revista estadounidense 'The National Interest'.
Tal como afirmaron los antiguos griegos, la arrogancia engendra la némesis, es decir, la venganza divina, y este antiguo postulado podría aplicarse perfectamente a la Marina de Guerra de EE.UU., afirma el autor.
En ese sentido, muy pocos oficiales de la Armada o aviadores navales en servicio activo "han conocido otra cosa que la supremacía marítima estadounidense" desde la Guerra Fría, aclara el autor y cita algunos ejemplos de declaraciones de comandantes actuales de la Armada de EE.UU., seguros de su dominio naval absoluto sobre la Marina de Guerra china.
No obstante, mediante el despliegue de fuerzas, incluso con menor habilidad y destreza, los comandantes del Ejército Popular de Liberación chino "pueden sembrar la duda entre los aliados estadounidenses", temerosos de ser abandonados ante la ira del aspirante a la hegemonía en Asia.
¿Una victoria demasiado costosa?
Sin embargo, el poder de los 'músculos navales' no es todo, al menos en referencia a Pekín.
En ese contexto, el autor se remite a una fórmula de Henry Kissinger, según quien la disuasión es un producto de tres variables: "El poder, la voluntad de usarlo, y el reconocimiento del mismo por el potencial agresor". Y las tres son críticas, ya que la disuasión se reduce a cero si cualquier variable falla, asegura James Holmes.
De este modo, la capacidad y la fuerza de voluntad representan dos componentes básicos de la fuerza de cualquier combatiente. Si un aliado llega a dudar de la energía de otro aliado o de un sentido común de los líderes aliados para usar la fuerza, la "incredulidad podría filtrarse", sugiere Holmes.
Entonces, ¿cómo podría China 'implantar' estas dudas en la mente de los aliados estadounidenses si su Ejército Popular de Liberación no está lo suficientemente fuerte? La respuesta propuesta por el autor es simple: llevando a cabo la estrategia de 'antiacceso y negación de área' para convencer a los líderes estadounidenses de que no podrían ganar una guerra del Pacífico por el precio que estarían dispuestos a pagar.
China, por lo tanto, no tiene que dominar el mar o el cielo, ya sea parcial o totalmente. "Solo necesita convencer a Washington de que el precio de, por ejemplo, la defensa de las islas Senkaku [nombre japonés de las islas en disputa entre China y Japón] sería demasiado caro, teniendo en cuenta el escaso valor que confieren los estadounidenses al archipiélago", concluye el analista.