Cada vicepresidente de EE.UU., no importa lo modesto que sea, sabe que se encuentra "a un solo latido cardíaco" de asumir la mayor responsabilidad del país si acontece alguna tragedia al jefe del Estado. En el caso del actual vicepresidente Mike Pence, puede sentirse "a un solo tuit de asumir la presidencia", reporta el diario 'The Independent'.
La última vez que un vicepresidente asumió convertirse en máxima autoridad del país sucedió en 1974, cuando el mandatario Richard Nixon se vio obligado a renunciar por el caso Watergate. Como apunta el periódico británico, lo mismo podría ocurrirle al presidente Trump por las ya visibles señales de inquietud que se detectan entre sus propios partidarios en relación a todos los escándalos políticos (como los supuestos vínculos con Rusia y el despido del director del FBI) que rodean a la actual Administración.
Aunque Trump no disfruta de mucho apoyo político en Washington, al ser más insurgente que republicano todavía cuenta con una extensa base de partidarios dedicados y fieles en todo el país, de acuerda con 'The Independent'. Por ello, en caso de un posible juicio político contra Trump, los senadores y congresistas preferirían "reemplazar" a Trump con alguien más "limpio".
"Pence, en contraste con Trump, es cauteloso, conservador y convencional, y claramente 'uno de nosotros' para la élite republicana", insiste el diario británico.
¿Sería malo todo esto para EE.UU.?
El caso de Nixon dejó cicatrices en la moderna historia política de EE.UU. que todavía se sienten hoy. Sin embargo, el pueblo estadounidense se recuperó del Watergate, recuerda el diario, y el propio vicepresidente Gerald Ford, que se convirtió en inquilino de la Casa Blanca, "resultó ser perfectamente eficaz" como mandatario.
"El presidente Pence, sin duda, seguiría con gran parte de la agenda de Trump, pero hay sensación de que podría abandonar silenciosamente [proyectos como] el muro mexicano y algunas de las cosas más excéntricas y, ciertamente, no enviaría tuits malhumorados", sugiere 'The Independent'.
De esta manera, "tal vez sería bueno para los intereses de EE.UU. tener un hombre como presidente que afirmó deliberadamente ante su partido al aceptar su nominación: 'Soy cristiano, conservador y republicano, en ese orden'", concluye el periódico.