El Parlamento de Japonés aprobó este viernes la ley que permitirá abdicar al actual emperador Akihito, de 83 años de edad. La decisión, que estuvo respaldada por una amplia mayoría, otorga ahora al gobierno un plazo de tres años para fijar la fecha en la cual el actual emperador cederá el trono del Crisantemo a su hijo mayor, el príncipe Naruhito.
El propio emperador había expresado el año pasado su voluntad de abandonar el trono, debido a su avanzada edad y a ciertos problemas de salud. Sin embargo, la normativa tradicional de la Casa Imperial japonesa sólo contempla la sucesión tras la muerte del emperador vigente. Por esa razón, el Gobierno ha decidido superar ese obstáculo legal aprobando el proyecto de ley, confeccionado específicamente para la situación de Akihito.
De momento el Gobierno asegura que no ha decidido la fecha de la abdicación, aunque diversos medios creen que podría tener lugar a finales de 2018 o inicios de 2019. El diario Japan Times, por ejemplo, indica que "el gobierno apunta a diciembre de 2018, cuando el emperador cumple 85 años, como el momento de su abdicación, lo que probablemente desencadenará un cambio en el gengo japonés (nombre de la era), que se mantiene en vigor durante el reinado de un emperador".
En cualquier caso, Japón asistirá a la primera abdicación en los últimos dos siglos de la Casa Imperial japonesa, una dinastía con más de 2.700 años de antigüedad. En la descendencia de la dinastía, tras Akihito, hay solamente cuatro herederos: sus dos hijos, Naruhito y Fumihito; el hijo pequeño de este último, Hisahito; y el hermano menor del actual emperador, Masahito, que ya tiene más de 80 años.
Hay que tener en cuenta que la legislación actual establece que el sucesor al trono debe ser un hombre cuyo padre sea de la familia imperial. Ello implica que si el pequeño Hisahito no tiene un hijo varón, esta dinastía milenaria podría romperse. El asunto de la sucesión, que varios miembros del gobierno nipón han coincidido en señalar como "problemático" tiene en vilo a varios sectores conservadores de la sociedad japonesa, que temen que esta propuesta acabe siendo el primer paso de una reforma más profunda de la ley de la Casa Imperial, que acabe con permitir el acceso de las mujeres al trono.