Búnkeres, comer mascotas y salvar secretarias: El plan de la élite de EE.UU. ante un ataque nuclear
Durante la Guerra Fría, en EE.UU. se construyó una red secreta de remotos búnkeres subterráneos para ser utilizados en caso de que se desatara una guerra nuclear. Sin embargo, estos escondites estaban destinados a proteger solo a unos pocos altos funcionarios del Gobierno; en primer lugar, al presidente y a su círculo más íntimo
Al darse cuenta de que no había manera de salvar a la población, los estadounidenses concluyeron que "el Gobierno se protegería a sí mismo y dejaría que el resto de nosotros muriéramos", escribe el experto en seguridad nacional Garrett M. Graff en su nuevo libro 'Raven Rock: The Story of the US Government's Secret Plan to Save Itself' ('Raven Rock: La historia del plan secreto del Gobierno de EE.UU. de salvarse a sí mismo'), informa 'The Daily Mail'.
Según el escritor, a pesar de todo esto, las administraciones de los presidentes Kennedy, Eisenhower, Roosevelt y Truman aseguraron públicamente a los ciudadanos que estarían a salvo en caso de desencadenarse una guerra nuclear.
La evolución del plan
En su libro, Graff explica cómo "la imaginación y la planificación del impacto de una guerra nuclear cambió" a lo largo del tiempo. Si en 1910 los visitantes podían sentarse en el escritorio del presidente mientras este no se encontraba en el edificio, tras el ataque de Pearl Harbor en 1941 se produjo un giro radical: en cuestión de horas, el servicio secreto equipó al entonces presidente Franklin D. Roosevelt con una limusina blindada, tras lo cual se renovó totalmente la Casa Blanca y se proporcionaron máscaras de gas a todos sus trabajadores.
En aquella época, el arquitecto de la Casa Blanca, Lorenzo Winslow, construyó el primer búnker bajo el edificio, un refugio de dos habitaciones con capacidad para cien personas que podía soportar el impacto de una bomba de 500 libras. No fue utilizado hasta el año 2001, en los momentos de incertidumbre que se vivieron durante los ataques del 11-S.
Tras esta primera obra, en los años posteriores se construyeron búnkeres en la instalación militar de Raven Rock, ubicada en las montañas de Pensilvania, y en el estado de Virginia. Este último incluía un estudio de televisión para poder realizar transmisiones tras un potencial ataque, veinte cuarteles para tropas del Ejército y habitaciones de lujo para las personas VIP.
¿Qué pasaría en caso de ataque nuclear?
En 1955, las autoridades realizaron un simulacro –conocido como 'Apple Jack'- para comprobar qué sucedería en caso de ataque nuclear: 22.000 civiles y 14.000 funcionarios participaron en el ejercicio, donde se simulaba el impacto de una bomba sobre Brooklyn.
Sin embargo, no todo salió según lo esperado. La entonces secretaria del Departamento de Salud, Oveta Culp Hobby, llegó tarde al punto de encuentro porque "se detuvo para almorzar", mientras que el entonces presidente Dwight D. Eisenhower insistió en que nadie supiera dónde estaba. Asimismo, se impuso una ley marcial que puso a EE.UU. bajo el control del Ejército, causando una gran alarma entre los funcionarios.
"Las esposas de los miembros del gabinete también se molestaron cuando se dieron cuenta de que no había ninguna disposición a salvarlas a ellas pero las secretarías de sus maridos sí estarían a salvo en los búnkeres", escribe el diario.
A finales de los años cincuenta, las autoridades crearon un informe titulado 'Battleground USA' sobre la gestión de las operaciones de defensa civil en caso de ataque nuclear. Según este, el territorio debía dividirse en "zonas mortuarias" con "equipos de recolección" encargados de identificar los cadáveres. Los camiones de correos serían los encargados de transportar a los heridos a alguno de los 900 hospitales improvisados que se instalarían cerca de las zonas atacadas.
Los autores del plan estimaron que se podrían reunir unas 900 toneladas de alimentos entre sus propias reservas y las tiendas. Además, establecieron que se podrían encontrar en la naturaleza 11 millones de raciones diarias de comida en carne de conejo, 10 millones en carne de aves silvestres y 5 millones en pescado. Para sorpresa de algunos, indicaron que se podrían conseguir casi 20 millones de raciones de comida calculando la carne que proporcionarían las mascotas de las familias.