La paz no se alcanza "ni con plomo ni con plata", dijo una vez el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Colombia trata de cumplir la mitad de la premisa.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) viven sus últimos días como movimiento armado. El arsenal que acumularon durante más de medio siglo de lucha en el monte ha sido entregado a una comisión de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en un proceso que inició a mediado de este mes. Para el presidente Juan Manuel Santos, el hecho marca una escisión en la historia del único país suramericano que estaba en guerra: "la paz es cambiar las balas por los votos, las armas por los argumentos, la violencia por la democracia", dijo hoy en Francia.
Se estima que 7.000 hombres y mujeres pertenecientes a ese grupo insurgente -que se encuentran reunidos en las Zonas Veredales dipuestas por el acuerdo de paz- entreguen la totalidad de las armas y den la ubicación de las "caletas", nombre con el que se denominan los escondites de arsenal y que, según las FARC, son 949.
Fuentes cruzadas
Aunque el presidente Santos anunció que hoy sería la entrega del 100% de las armas, la comisión de la ONU indicó que aún no pueden dar fe de esa cifra: "No tenemos confirmación aún, en cuanto sepamos algo lo informaremos", dijo el portavoz asistente del Secretariado General de Naciones Unidas, Eri Kaneko, citado por RCN.
El proceso, aunque complicado, continuará posiblemente hasta el 27 de junio. "En las próximas 72 horas se producirá la dejación definitiva de las armas, de quienes las empuñaron para desafiar al Estado, declararse en rebeldía y también para desafiar la sociedad colombiana", sostuvo por su parte el vicepresidente Óscar Naranjo.
En estas montañas donde un un día reinó la guerra hoy renace la paz llena de esperanza y alegría. #DeLasArmasALasPalabraspic.twitter.com/HtYeYSK35P— Rodrigo Londoño (@TimoFARC) 23 de junio de 2017
No obstante, la activista colombiana de Derechos Humanos Andrea Salazar considera que el de hoy es "un evento sin precedentes", no sólo porque es la primera vez que Colombia se somete al riguroso mecanismo de verificación de la ONU, sino porque abre el paso "para que la guerrilla más antigua de la región deje las armas y se pueda configurar como un partido político".
Retos de la polarización
Pero la noticia del desarme de las FARC no ha sido recibida con el mismo júbilo por todo el país. "Es un poco desafortunado el ambiente que se está viviendo porque este proceso, debido a la polarización, ha perdido la vigencia y la relevancia que debería tener. El tratamiento en los medios ha sido poco", cuenta Salazar a RT.
La oposición al proceso de paz, encabezada por el ex presidente Álvaro Uribe, no sólo ha intentado torpedear los acuerdos -al prometer su eliminación en caso de que tomen el poder en 2018- sino que ha puesto un manto de duda sobre el desarme.
"Que hay entrega de armas, sí; pero existen todas las dudas acerca de la posibilidad del desarme total", dijo Uribe el fin de semana durante una conferencia España. El hecho de que esta fase del proceso coincida con la precampaña electoral, de cara a los comicios presidenciales de 2018, es un elemento que atiza las controversias.
Los "presidenciables" ya han empezado a ganar espacio en los medios con un tema como eje principal y es, de acuerdo a Salazar, "qué tanto se implementa o no lo acordado en La Habana". En el medio de esa discusión, surgen los miedos de los guerrilleros desmovilizados y, hoy, desarmados.
Apenas el inicio
"Tenemos un caminio muy largo que recorrer", insiste Salazar, "este es solo el inicio de un proceso complejo y arduo de reintegración y reincorporación a la vida civil, que también tiene grandes retos para avanzar hacia un desarrollo económico y social que permita generar oportunidades, que abra el camino para resoler las causas profundas que generaron el conflicto".
Realizando pedagogía sobre garantías para reincorporación y dejación de armas @FARC_EPueblo, que PTN Caracolí Chocó #DeLasArmasALasPalabraspic.twitter.com/poaTLWFz7l— Pastor Alape (@AlapePastorFARC) 23 de junio de 2017
Porque el problema, que ya lleva más de medio siglo, inició con la confrontación bipartidista en un contexto de profunda inequidad, que se expresó con mayor fuerza en el campo: "la violencia se libró entre los ciudadanos adscritos a ambas colectividades políticas mediante el ataque a los militantes del partido contrario o a sus territorios de influencia. Dentro de los partidos políticos se constituyeron agrupaciones armadas con diferentes niveles de organización: de un lado, la policía chulavita y Los pájaros (asesinos a sueldo), al servicio del Gobierno Conservador; del otro, las guerrillas liberales y las autodefensas comunistas", refiere el informe Basta Ya, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CMH).
El paso del tiempo y la aparición de nuevos actores armados, a los que se sumaron el poder del narcotráfico y las estructuras para-estatales dominadas por el poder económico, degradó aún más un conflicto que tiene huellas vivas en Colombia: más de 260.000 víctimas fatales y 7,4 millones de desplazados internos. Por eso, Salazar es cauta al momento de evaluar el hito de hoy.
"Quedan pendientes retos muy grandes en términos de seguridad porque hay otros grupos armados ilegales como el ELN, con el cual el gobierno mantiene unas conversaciones que están en una fase delicada; además de grupos criminales que intentan aprovechar esos espacios vacíos que dejan las FARC luego de una desmovilización". El asesinato a más de 100 líderes sociales y comunitarios desde la firma de los acuerdos es un hecho que dispara las alarmas.
Con la destrucción de municiones y explosivos en nuestro poder estamos dando una muestra más de nuestra voluntad de PAZ. #PazEsCompromisopic.twitter.com/L0vSc85jMu— FARC-EP (@FARC_EPueblo) 21 de junio de 2017
Miedos y esperanzas
La activista de ConPaz, quien participó incluso en los primeros acercamientos entre las FARC y el gobierno antes de la firma del acuerdo en La Habana, ha tenido oportunidad de conversar con los guerrilleros desmovilizados y comenta que hay sentimientos encontrados: por un lado, el miedo; del otro, la esperanza.
"El miedo es con respecto al cumplimiento de lo acordado. El proceso ha tenido unas dificultades en términos de su reglamentación que abren dudas sobre si se va respetar lo pactado o no. Pero también hay una sensación de esperanza. El cansancio por una guerra de muchos años y las ganas de armar un proyecto de vida en la civilidad, que no necesariamente tiene que ver con la arena política, es una oportunidad inédita que ven y que la institucionalidad tiene el deber de honrar".
La dejación no ha sido simbólica. En procesos similares, comentó el secretario general adjunto de Asuntos Políticos de Naciones Unidas (ONU), Jeffrey Feltman, los grupos armados tienden a entregar armas viejas, oxidadas, obsoletas. Las FARC no. Las que han dispuesto son sofisticadas, modernas: "Eso me permitió hacerme una idea más completa del proceso y de la seriedad que tiene", dijo al diario El Tiempo.
Este viernes, en redes sociales, voceros de las FARC han dado un mensaje claro: de las armas a las palabras. Mientras el arsenal que empuñaron durante años en el monte empieza a llenar contenedores de la ONU, continúa el procedimiento de verificación. Ese amasijo de metal se convertirá en tres monumentos, uno quedará en Colombia; el otro irá a Cuba y el tercero a EE.UU. Lo más difícil, sin embargo, será convertir ese gesto en "una legítima revolución de paz que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante casi dos siglos hemos usado para destruirnos y que reivindique y enaltezca el predominio de la imaginación". La palabra del Gabo vaya por delante.
Nazareth Balbás