El Departamento de Estado de EE.UU. ha aprobado este jueves una venta de armas a Taiwán por un monto total de 1.400 millones de dólares. Se trata del primer acuerdo armamentístico que la Administración Trump busca sellar con la isla taiwanesa, informa el periódico 'The Guardian'.
El contrato, que se cierra en medio de la tensión militar en la zona, viene a ser un paso desafiante ante la política de una sola China desarrollada por las autoridades de Pekín, que considera la isla taiwanesa como parte de su territorio.
Según informa el medio, citando fuentes gubernamentales, la venta se compone de siete contratos de venta de armamento que alcanzarían los 1.420 millones de dólares e incluirían desde soporte técnico para radares de alerta temprana, hasta misiles antiaéreos, torpedos y otros sistemas.
La reacción de Pekín
La reacción de Pekín ante el anuncio no se ha hecho esperar. El embajador de China en EE.UU., Cui Tiankai, declaró, citado por Reuters, que "todas estas acciones —las sanciones contra compañías chinas y en especial la venta de armas a Taiwán— minan la confianza mutua entre los dos países y contradicen el espíritu del encuentro en Mar a Lago", en referencia al que Trump y Xi Jinping mantuvieron durante la visita oficial del mandatario asiático a Estados Unidos.
Por su parte, el portavoz de la cancillería china, Lu Kang, que dijo que su país ya ha expresado sus críticas a las autoridades de EE.UU. de forma oficial, tanto en Pekín como en Washington, ha recalcado que Taiwán es "parte integrante" de China. En este sentido, ha calificado la venta de armas por EE.UU. a Taiwán de "violación grave del derecho internacional y de los principios básicos de relaciones internacionales", y ha instado al país norteamericano a evitar decisiones de este tipo para no influir "negativamente" en la cooperación entre ambos países en otros ámbitos, cita la agencia RIA Novosti.
Pekín considera a Taiwán como una provincia rebelde y desde 1979 EE.UU. reconoce que Taiwán es parte de China y que las relaciones entre Washington y Pekín se rigen por un conjunto de protocolos conocidos como la política de una sola China.