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El 'santo' venezolano que no acepta el Vaticano

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Desde 1946 existe un expediente para canonizar a ese médico venezolano, que ya es venerado como santo en esa nación latinoamericana.
El 'santo' venezolano que no acepta el Vaticano

Domingo, 29 de junio de 1919. El doctor José Gregorio Hernández, conocido en Caracas (Venezuela) como 'el médico de los pobres', descansaba el almuerzo sentado en una mecedora de su casa, que estaba en el apacible barrio La Pastora.

Desde la mañana, varios amigos habían pasado a saludarlo porque, justo ese día, cumplía 31 años de haberse recibido en la universidad. Pero a las dos de la tarde un hombre jadeante tras recorrer varias calles le dijo que una anciana paciente suya estaba gravemente enferma.

Con la presteza de quien está acostumbrado a lidiar con emergencias, Hernández tomó el sombrero y el maletín y salió como disparo. Entró en la botica 'Amadores' y pidió que mezclaran varias fórmulas, porque sabía que la mujer no tendría dinero para comprar medicinas.

Encuentro con el destino

Una cuadra más adelante, apareció en la calzada un vehículo Essex de 1918 ensamblado por la empresa Hudson en Detroit (Estados Unidos), de los pocos que había en Caracas aquel año. El conductor era el mecánico Fernando Bustamante, quien poseía la licencia de 'chauffer' número 444, que lo autorizaba a manejar vehículos.

Delante del auto de Bustamante se detuvo un un tranvía para dejar bajar a pasajeros. Como quiso rebasarlo, tocó el claxon y se dispuso a adelantarlo justo cuando el doctor Hernández salía de la botica y, sin mirar a los lados, se dispuso a cruzar la calle.

El arrollamiento provocó la muerte de José Gregorio Hernández por traumatismo de cráneo en la región parietal izquierda, con fatal irradiación hacia la base, según certificaron en el Hospital José María Vargas.

Horas más tarde, luego de un sepelio multitudinario que colmó las calles del casco central de Caracas, Hernández entraba en la inmortalidad y en los altares populares de Venezuela, donde se le considera un santo, aunque el Vaticano no lo haya reconocido como tal.

Milagros cotidianos

Ana Isabel tenía ocho años en 2002 cuando, una tarde, le fallaron las piernas. "No puedo caminar", le dijo a Teresa, su mamá.

Llevada a la sala de emergencias del mismo Hospital Vargas, pasó por una maratón de radiografías y exámenes médicos para obtener un diagnóstico: "La niña tiene una bacteria en la sangre".

Horas más tarde, el médico especialista puso a la madre con los nervios al borde un precipicio:

-¡Señora! El procedimiento es uno solo. Hay que extraerle líquido de la columna.

-¿Y eso es todo?

-¡Sí! Ah, olvidé decirle que la única complicación posible es que la niña puede quedar paralítica de por vida.

Teresa apeló a lo único que podía: rezó cada oración aprendida e hizo una promesa a José Gregorio justo antes de quedarse dormida.

La intervención

Cerca de las tres de la madrugada, Ana Isabel despertó sobresaltada y haló del brazo a su madre. Le contó con detalles precisos que, por un costado, llegó un hombre de sombrero y traje negro que ya había visto acercarse a otras camas.

No tuvo miedo, no le pareció un fantasma ni un espanto. Era uno de esos médicos que no la dejaban dormir porque debían darle sus medicamentos.

-Soy el doctor José Gregorio Hernández ¿Dónde te duele?

Ella le dijo el sitio exacto donde sentía más dolor. Recuerda que el doctor la examinó con paciencia y agregó: "No te preocupes más, esto se va a curar". Aquel hombre sonrió y se fue.

La madre corrió a buscar al médico para preguntar por qué no la había despertado. Ante la insistencia de la mujer, los médicos de guardia fueron a visitar a Ana Isabel y la encontraron sentada en la cama, jugando. A media mañana, caminó sin dificultad.

Mientras su madre agradecía a los cielos, la pequeña reconoce en una estampa el rostro de José Gregorio Hernández, que la madre aprieta contra su pecho.

-¡Ese es el médico, mamá!

Burocracia eclesial

A Roma parece no interesarle el caso del médico de los pobres que murió arrollado en Caracas y que tiene templos, imágenes y oraciones por toda Venezuela. El expediente que levantó la iglesia venezolana reposa en el Vaticano desde 1949 y ningún milagro presentado posteriormente parece convencer a los jerarcas eclesiásticos.

La oficina de la Causa del Doctor José Gregorio Hernández recibe a diario entre uno y tres testimonios como el de Ana Isabel desde lugares tan distantes como Tailandia, Francia, Italia, Portugal, España, EE.UU., Perú, Ecuador y Colombia. Allí, se realizan análisis rigurosos para poder encontrar un caso que sea "a prueba de ateos", según declaró Laura Zambrano, encargada del lugar.

En Venezuela no han descansado las pesquisas para certificar un milagro "grande, muy contundente", capaz de demostrar que "tenemos una persona extraordinaria que Dios nos concedió, que es el doctor Hernández, y que él es intercesor ante Dios, nuestro Señor", indicó Zambrano.

José Gregorio Hernández debe cumplir con normas establecidas por la Congregación para las Causas de los Santos para ser admitido en los altares. Hasta ahora, tiene un rango menor, pues el 16 de enero de 1986 el papa Juan Pablo II lo declaró como "venerable", el segundo peldaño en el camino para convertirse en santo de la Iglesia católica.

Milagro en detalles

Para que una sanación sea considerada milagrosa, debe cumplir varias premisas:

  • Que sea sobrenatural: Que no se desprenda de ningún tratamiento, cirugía o proceso natural del cuerpo humano.

  • Deben consignarse exámenes e informes médicos que prueben, sin lugar a dudas, que la persona estaba gravemente enferma.

  • Exámenes e informes médicos que indiquen que después quedó totalmente sana.

En resumen, que lo único que haya mediado entre la enfermedad y la salud sea la devoción a José Gregorio Hernández.

Santo porque sí

José Gregorio, como todos le dicen, nació el 26 de octubre de 1864 en una familia humilde formada por un colombiano y una mujer española.

En su natal Isnotú (Trujillo, Venezuela) existe un templo al que acuden cada año miles de devotos en peregrinación para encenderle velas y darle gracias por alguna sanación.

Algunos cantos populares de Venezuela también han pedido la canonización de Hérnandez, como refleja esta gaita, música tradicional del occidente de Venezuela:

"José Gregorio, José Gregorio,

te están negando tu santidad

cómo es posible que el Vaticano

no estudie la posibilidad

de hacerte un santo venezolano

como lo exige la sociedad".

Teresa no guardó copias certificadas y selladas por los médicos que detallen el milagro que salvó a su hija, pero no tiene ninguna duda: "No me hace falta que nadie me diga cómo rezarle ni que la Iglesia quiera declararlo santo. Para mí es un santo, uno venezolano".

 

Ernesto J. Navarro

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