Los delitos sexuales de mujeres contra víctimas masculinas y femeninas son sorprendentemente comunes. Ésta es la principal conclusión, y acaso la más sorprendente, a la que ha llegado un equipo de investigadores estadounidenses liderado por Lara Stemple, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Ángeles (UCLA), tras analizar exhaustivamente datos de diversos informes criminológicos y publicar los resultados de la síntesis en un nuevo estudio.
Los investigadores han querido dejar claro que de ninguna manera pretenden minimizar el coste humano de la violencia sexual perpetrada por los hombres, pero afirman que sus resultados son "suficientemente robustos para obligar a repensar los estereotipos existentes en el ámbito de la agresión sexual y el género".
Datos sorprendentes
El equipo de Stemple comienza señalando los datos de una encuesta realizada en 2011 por el Center For Disease Control’s Survey (Centro de Control de Enfermedades), a varios miles de personas, para un estudio sobre violencia en la pareja y violencia sexual. Los resultados revelaron que el número de hombres y mujeres que admitieron haber sido forzados a tener relaciones sexuales no consentidas era similar.
El año anterior, la misma encuesta arrojó otro dato sorprendente: cerca de 4,5 millones de hombres en los Estados Unidos habían sido forzados en algún momento de su vida a penetrar a otra persona, y en el 79,2% de los casos la persona que cometía la agresión forzando el acto sexual era una mujer.
Los datos rescatados de la Oficina de Estadísticas de Justicia sobre abusos sexuales en centros penitenciarios son igualmente sorprendentes: en las carceles de mujeres hay muchas más agresiones perpetradas por las propias prisioneras que por el personal masculino de la prisión. Y en el caso de las cárceles masculinas, el estudio revela que los internos sufren más acosos sexual por parte del personal femenino que trabaja en la cárcel que por parte del personal masculino.
El equipo de Stemple también recogió datos en el entorno universitario. Un estudio de 2014, que encuestó a de 284 estudiantes universitarios, reveló que 43 de ellos fueron coaccionados sexualmente y mantuvieron relaciones sexuales no deseadas; en el 95% de los casos la persona que forzó la relación fue una mujer. En una encuesta anterior, además, se obtuvieron restimonios descriptivos de la violencia sexual de los agresores. Una mujer describió cómo "cerró con llave la puerta de la habitación en la que estábamos. Lo besé y lo toqué. Le quité la camisa y le desabroché los pantalones. Me pidió que parara. No lo hice. Luego me senté encima de él".
Una visión de conjunto
Los investigadores afirman que, tomados en conjunto, los datos desafían el estereotipo unidimensional de las mujeres como sólamente pasivas e inofensivas. Y también desafían los estereotipos sobre los hombres y su supuesto deseo sexual insaciable.
El estudio también sugiere que "las evidencias apuntan a que la mayoría de las mujeres que cometen este tipo de agresiones han sido víctimas, a su vez, de importantes abusos sexuales durante la infancia".
Los autores del informe también señalan la existencia de una "cultura de la negación" de la delincuencia sexual femenina, que favorece que la mayoría de las mujeres infractoras no sean condenadas y que, cuando lo son, reciban penas más leves. Otra de las consecuencias negativas de esta "cultura", según los investigadores, es que "las víctimas sexuales de las mujeres resultan doblemente perjudicadas cuando no se trata su abuso como algo digno de atención".