No hay plazo que no se cumpla ni fecha que no llegue: Javier Duarte de Ochoa ha llegado a México.
Alrededor del mediodía del lunes, el exgobernador de Veracruz aterrizó en la Ciudad de México procedente de Guatemala, en donde estuvo recluido en la prisión militar de Matamoros desde mediados de abril, cuando fue capturado en un lujoso hotel.
Tras una intensa negociación entre los gobiernos de ambos países y aceptar su extradición, Duarte ya está en México para enfrentar cargos de lavado de dinero, delincuencia organizada, enriquecimiento ilícito y desvío de dinero público, entre otros.
En la Red ya circulan fotografías del detenido en territorio mexicano, pero hay un detalle que llama la atención: aparece con los ojos pixeleados. ¿Por qué le tapan el rostro, si todos sabemos de quién se trata?
Presuntos culpables
Todo sistema tiene una debilidad y, por más fuerte que parezca el muro, siempre hay un ladrillo flojo: hay un punto débil en el sistema penal mexicano por el que muchos delincuentes han salido libres bajo el argumento de que fue violado su derecho de ser inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Durante el gobierno de Felipe Calderón, era muy común presentar a los criminales, narcotraficantes y presuntos culpables en rueda de prensa con dos hombres armados a su lado, además de una mesa con su arsenal de armas, las drogas decomisadas y todo lo que, supuestamente, se habían robado.
Después, eran declarados inocentes y salían libres aduciendo que fueron transgredidos en sus garantías al ser presentados en público como presuntos culpables sin la sentencia de un juez y, con ello, su reputación se veía dañada y corrían el riesgo de que afectara a la imparcialidad del magistrado.
Una hábil defensa y abogados astutos se valían de eso para revocar veredictos judiciales y conseguir la libertad de sus clientes bajo el llamado fallo de procedimiento. Así salieron libres Florence Cassez —una francesa acusada de secuestro— y Rafael Caro Quintero, un narcotraficante y capo de la mafia durante la década de los 80, entre muchos otros.
Estandarte de la corrupción
El caso de Javier Duarte ha sido muy mediático, convirtiéndose en el estandarte de la corrupción en México. Ahora más que nunca —a un año de terminar la presidencia de Enrique Peña Nieto—, el Gobierno mexicano ya no desea más escándalos y no querrá que su caso quede impune, por ello buscará cuidar todos los detalles para que no salga libre por este famoso error de proceso.
Un detalle interesante es que su defensa estará encabezada por Marco Antonio del Toro, el abogado que también defiende a la ex líder sindical Elba Esther Gordillo, quien fuera la mujer más poderosa de México y símbolo de la descomposición del sistema político mexicano.
José María Gómez