"Ojalá que le llegue a Maduro todo esto", dice una mujer que apenas saca sus piernas de las rojizas aguas del río Torbes, a medio camino de su destino.
Pueblo pasando el Río Torbes pq los "pacíficos" le impiden votar en Las Vegas de Táriba. ¡Van al coliseo a VOTAR!. pic.twitter.com/HX2C3lYhgo— Almeida Con TARECK (@AlmeidaPSUV) 30 de julio de 2017
Como ella, más de la mitad de los habitantes de un pequeño pueblo llamado Palo Gordo, sembrado en las montañas del estado Táchira cerca de la frontera venezolana con Colombia, atraviesan el río, créase o no, para poder votar en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Su participación, como la del resto en el país, no es obligatoria.
Prácticamente cayeron al río, empujados por una lluvia de balas y piedras, que un pequeño grupo de hombres les lanzó, tratando de impedir su paso hacia el centro de votación.
A la distancia seguían oyendo gritos y detonaciones, porque mientras buscaban una salida alternativa del pueblo, otro grupo mayor enfrentaba a los violentos.
Bajo amenaza
Desde que el presidente de Venezuela anunció la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, el 1 de mayo, personas que dijeron adversar la propuesta levantaron barricadas en las dos únicas vías de comunicación del pueblo con San Cristóbal, la ciudad capital del estado Táchira, a unos 820 kilómetros de Caracas.
A Claudia Torres de Useche no le extrañaron aquellas barricadas: Palo Gordo pertenece al municipio Cárdenas, que está gobernado por un dirigente social cristiano y antichavista, así que era un calco de lo que la televisión mostraba del este de Caracas.
A las barricadas le siguieron las amenazas directas. "Hace tres meses que usan las redes sociales para decirnos a los chavistas que si íbamos a votar, nos mataban", explica Claudia.
Pero a medida que se acercaba la fecha de la elección, la violencia virtual pasó al plano real. Utilizando bazucas de fabricación casera y armas de fuego de distintos calibres, los encapuchados lograron impedir que el material electoral llegara a la Escuela Bolivariana donde habitualmente funciona el centro de votación.
A las tres de la madrugada del domingo 30 de julio, aún los habitantes de Palo Gordo no sabían dónde ni mucho menos si podrían ir a votar.
Claudia, que estuvo despierta desde las 3 de la madrugada, pasó esas horas cruzando mensajes de texto con otros compañeros y vecinos. "Unos preguntaban qué hacer, otros proponían juntarse, pero eran muchos los mensajes y no logramos acordar nada", recuerda.
.@NicolasMaduro: Quienes cruzaron el Río Torbes fueron perseguidos por paramilitares de Colombia para evitar que fueran a votar pic.twitter.com/aL16yqUXCA— GobiernoTáchira (@GobiernoTachira) 31 de julio de 2017
La puerta
Afuera de su casa, brillaba el sol y abundaban voces que no lograba reconocer. Entonces Claudia atravesó la sala y cuando abrió la puerta que da a la calle principal de Palo Gordo, un grupo de abuelos, avanzaba por el asfalto. Uno de ellos le gritó: "vámonos a votar, pues".
"Amaneciendo fue que nos enteramos que el Teniente Oscar Álvarez, de la Guardia Nacional, había tomado el Coliseo, una instalación que administra la alcaldía para situar el centro de votación de contingencia".
Río de electores yendo a votar en Palo Gordo, San Cristóbal, Edo Táchira, este domingo 30J. Es nuestra #VenezuelaHeroicapic.twitter.com/0VUIs3oLYk— Ernesto Villegas P. (@VillegasPoljak) 1 de agosto de 2017
Ella cree que la movilización de grandes grupos de personas de aquel pueblo fue algo espontáneo. "No tuvimos tiempo de planificarlo. Pero si los abuelos se habían decidido a llegar a pie al centro de votación, cómo no íbamos a ir los demás".
Claudia volvió sobre sus pasos dentro de la casa. Apuró a su esposo y a sus dos hijos, que terminaban de vestirse. Tomar la decisión era solo el principio.
Ni las balas
Los primeros que salieron a votar fueron los que terminaron en el río huyendo de una balacera que les impidió el paso por la carretera.
El grupo donde iba Claudia y su familia sabiendo que más adelante, al bajar la 'cuesta del Garzón', estaban las barricadas, comenzaron a pertrecharse con palos y piedras."Ya habíamos decidido ir a votar y esos diez pendejos no lo iban a impedir", evoca la mujer.
Cuando estaban a 30 o 40 metros de la barricada, los encapuchados mostraron sus armas y dispararon al aire, queriendo ahuyentar a los pobladores.
Entonces los hombres de Palo Gordo corrieron… Pero hacia adelante. Los que dispararon se asustaron y emprendieron la retirada al ver que la gente no tenía miedo.
En medio de la escaramuza apareció un grupo de guardias nacionales a bordo de motocicletas y terminaron de conjurar la refriega.
Las mujeres quitaron las barricadas y media hora de caminata después alcanzaron la autopista de Táriba y desembocaron en el Coliseo.
"Ahí estaba llegando a pie gente de varios pueblitos de la zona: Capachito, La Vega, Palo Gordo. Fue una alegría muy grande. Nos abrazamos, cantamos. Nos miramos a los ojos y usted no me creerá, era como ver los ojos de Chávez".
Claudia Torres es creyente, por eso agradece a Dios el momento de fortaleza que hizo a todo un pueblo enfrentarse a las balas, sin tener una sola arma.
Uno de los abuelos que llegó con ella al centro de votación pidió un poco de silencio y, apoyado en un bastón, dijo a todos que no era exagerado considerar como una hazaña lo que habían hecho juntos.
Y, como si supiera lo que iban a hacer, citó al Libertador Simón Bolívar: "Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios".
El retorno
En el centro de votación, luego de la dura experiencia de la mañana, decidieron en asamblea organizar el regreso a casa. Otra hora y media de camino les esperaba y ya habían sido avisados que pretendían emboscarlos cerca del pueblo.
Esperaron a que el último habitante de Palo Gordo votara para emprender juntos camino a casa.
Lo que los guarimberos no esperaban, cuenta Claudia, "era que delante de nuestra marcha estuviesen los motorizados de la guardia nacional". "Intentaron atacarnos, pero huyeron, y entramos victoriosos a la calle principal del pueblo", relata.
Acoso
La casa de los Useche, ha sido punto de referencia del chavismo desde que la Revolución Bolivariana asumió el Gobierno en 1999.
"Todos lo saben en este pueblo, pero también saben que en las 18 elecciones que hemos ganado, jamás los chavistas hemos agredido ni insultado a ningún vecino, por adversario que sea. El día que la oposición ganó la Asamblea Nacional en 2015, casi me incendian la casa", asegura.
Cerca de las cinco de la tarde del domingo 30 de julio, la Guardia Nacional ya se había retirado del pueblo. A esa misma hora Claudia recibe una llamada de advertencia de un vecino.
"No salga de su casa. Hay como 8 tipos levantando una barricada", le dijo al teléfono. La familia Useche Torres resguardó la puerta con lo que sus miembros encontraron. Y se apertrecharon en la última habitación de la casa.
Desde afuera les gritaban constantemente que prenderían fuego a la casa, que los iban a matar más temprano que tarde.
"Esos tipos se turnaban, llegaban unos y se iban otros. Bebían mucho miche (licor de los andes venezolanos) y nos insultaban. Mi esposo y yo estábamos pendientes pero no hice más que rezar", evoca.
Hasta las dos de la madrugada estuvieron frente a su casa. Antes de irse le escribieron dos mensajes amenazantes en las paredes, con grandes letras rojas: "Maldita chavista de mierda" y también "estás marcada 666".
La fuerza de una idea
El pueblo de Palo Gordo apenas el lunes 31 de julio comenzó a enterarse de que sus imágenes cruzando el río o caminando entre montañas para poder votar le habían dado la vuelta al mundo gracias a las redes sociales.
Ahora que a Claudia Torres y a otros habitantes del pueblo les llueven llamadas de felicitación y pedidos de entrevistas solo está segura de algo: "Nosotros no lo planificamos así. Hicimos lo que hicimos convencidos de que ir a votar era nuestra responsabilidad histórica. Eso sí, lo hicimos por amor a la Revolución Bolivariana".
La única petición
Claudia y su familia no se arrepienten ni de su militancia ni de lo que hicieron el día de la elección constituyente. Pero ella no se siente segura. "Lo único que yo le pido al presidente Maduro es que nos reubique en otro lugar, porque nuestra vida corre peligro". Y ahora, más.