Cada 7 de agosto, cientos de miles de católicos practicantes se congregan en el barrio porteño de Liniers, en el extremo oeste de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina), para conmemorar el aniversario de la muerte de San Cayetano, ocurrida en 1547. El encuentro multitudinario tiene lugar en las inmediaciones de la iglesia que lleva el nombre de ese santo, donde sus fieles pueden esperar hasta 24 horas para poder ingresar y ver su figura.
El recordado sacerdote nació el 9 de octubre de 1480 en Vicenza (Véneto, Italia) y se lo conoce como 'el patrono del pan y el trabajo' porque, según el relato eclesiástico, provenía de una familia muy adinerada, pero decidió desprenderse de sus bienes y repartirlos entre los pobres. Además, se le atribuyen algunos milagros, como la sanación de una mujer a quien le estaban por amputar una pierna afectada por la gangrena.
Antes de ser venerado por la religión, estudió Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Padua y logró ser el secretario del papa Julio II. Su nombre original era Cayetano de Thiene, pero en 1671 fue canonizado y, desde entonces, la Iglesia católica lo reconoce como el santo de la Providencia. En Argentina, cada aniversario de su fallecimiento causa furor.
Pasión de multitudes
Hay dos filas de casi cinco cuadras cada una. La que avanza más rápido puede demorar unas tres horas: es el requisito para poder entrar a la parroquia y ver a San Cayetano. Si se quiere tener el privilegio de tocarlo, hay que esperar más: la otra cola puede demorar siete horas. "Hice la cola larga una vez porque mi viejo estaba muy enfermo y es muy sacrificada, estuve casi 24 horas para entrar", comenta Daniel Puntano, un empleado ferroviario que pidió el día libre en su trabajo para rezar. "Le agradezco la salud y tener trabajo. Hace 22 años que vengo y no falla", argumenta sobre la efectividad de este símbolo religioso.
A lo largo de la cola hay puestos; se trata de una feria cristiana donde se venden estampitas, rosarios,trigos —muy relacionado con el santo— y fotografías con el rostro del homenajeado. También hay lugares para comer hamburguesas y choripanes. "Las remeras cuestan 100 pesos (cerca de 5,5 dólares), pero la gente tiene la plata justa", reconoce Ana María, de 44 años, sobre las bajas ventas de sus productos con la imagen de San Cayetano.
"La mano está muy complicada", añade María Lescano, de 63 años, mientras intenta ofrecer pequeños cuadros del santo a precios que van entre 40 y 80 pesos, de 2,2 a 4,5 dólares. La mayoría de los consultados por RT coincidieron, a pesar de los pronósticos mediáticos previos, en que esta vez hay menos concurrencia que años anteriores, aunque la jornada aún no finalizó. La marcha desde la iglesia hacia Plaza de Mayo —icónico escenario de manifestaciones argentinas— para protestar por el desempleo y solicitar la emergencia alimentaria y que "el lunes sea un día laboral" pudieron haber reducido la cantidad de gente en las cercanías del santuario. Sin embargo, todavía es pronto para deducirlo.
Trabajo, lo más pedido
"Pido trabajo y salud para todos", cuenta Juan Fernando Argañaraz, de 57 años, antes de ingresar al sitio sagrado para el catolicismo. Con la voz temblorosa y algunas lágrimas que comienzan a caer, se presenta con mayor contundencia: "Estoy desocupado hace tres años, hago 'changas' —empleos temporales, esporádicos o informales—, pero efectivo no hay nada". Argañaraz es un claro ejemplo del difícil momento que atraviesa el país en materia de empleo, y opina que "está mucho más complicado que antes".
Mientras habla, se observa cómo varios sacerdotes arrojan agua bendita y rezan con los asistentes. De fondo pasa el tren Sarmiento, la misma línea de transporte público que en 2012 apareció en los diarios del mundo por la Tragedia de Once, donde murieron 52 personas. En medio de unos 400 seguidores, frente a la puerta del templo, hay un escenario montado, desde donde una congregación comandada por el cardenal Mario Poli pronuncia palabras motivacionales.
También hay otros relatos desesperados. Carmen Reales es una jubilada de 62 años y dice que quiere tocar la imagen del histórico sacerdote italiano "porque llega más la esperanza y fe que uno tiene". Mientras realiza la fila más extensa, añade más motivos: "Pido trabajo para mis hijos, desde que empezó el año están sin nada, los toman dos o tres meses y ya está". Sobre ello, explica que "tienen entre 28 y 32 años; a la mayor le cuesta más, después de los 30 acá ya sos viejo", reflexiona sobre las complejidades del mercado laboral. Y agrega: "No vengo todas las veces, pero sentí que este año tenía que venir".
Gracias totales
Muchos creyentes solo acuden para agradecer, según repiten varios consultados para este artículo. La participante más llamativa de toda la festividad está posada sobre el vallado. Viste prendas celestes con la imagen de la Virgen María adelante y la cara de Jesucristo detrás, un sombrero rojo, más de una decena de rosarios y una gran pancarta con fotografías. En una de ellas aparece junto al papa Francisco, cuando aún era el cardenal Bergoglio: "Me pidió que rece por él", recuerda.
Su nombre es Margarita Escalante: "Tuve una aparición muy grande de la Virgen hace 40 años, por eso me visto así; mi casa parece una iglesia y hablo con Dios", cuenta. Al mismo tiempo, suena música cristiana en la calle, y Escalante se explaya: "No tengo preferencia por un santo, quiero a todos". Margarita es una personalidad "muy conocida" en esta clase de ámbitos, aunque admite: "Ya estoy muy grande, por eso vengo solo un rato".
Por su parte, Eduardo Marcelo Medina, de 40 años, explica las razones de su devoción: "Tengo trabajo, vengo todos los años desde que tengo 18, ahí no tenía empleo", relata este albañil, que suele realizar tareas de mantenimiento en panaderías. Por último, glorifica: "Gracias a Dios, este ritual siempre responde".
Leandro Lutzky