Militares mexicanos contra su propio pueblo

La violencia de los cárteles del narcotráfico en México está expuesta en redes sociales y blogs. En ellos se revela apenas una parte de un infierno dantesco.

En el país latinoamericano, los grupos que controlan regiones y se disputan territorios "arreglan" sus diferencias con torturas y asesinatos, más que inhumanos, monstruosos.

Sus métodos de vejación a la dignidad, los cuerpos y la vida incluyen decapitaciones, descuartizamientos y cocimiento de las víctimas en grandes tambos a fuego lento. Estas maneras de morir van precedidas de torturas, burdas o sofisticadas, que hacen palidecer a las de la época de la Inquisición.

El sicario tradicional quedó atrás. Más aún los métodos de los primeros narcotraficantes: rancheros que se enfrentaban a balazos. Desde 2007, todo cambió. El punto de quiebre fue la incorporación de las Fuerzas Armadas de México en la "guerra". Esto provocó que todos los grupos se paramilitarizaran. Hoy se trata de una disputa prácticamente entre militares y paramilitares. La transformación fue radical. Los mafiosos mexicanos dedicados al trasiego de drogas, de ser actores secundarios, se convirtieron en los más poderosos del mundo.

Vale recordar que Los Zetas ―que inauguraron la crueldad para aterrorizar a las bandas contrarias y a la población― tienen su origen en las Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano. Al menos 40 integrantes del Grupo Aeromóvil dieron origen a Los Zetas. La mayoría de estos militares de élite habían sido preparados en Estados Unidos. Algunos incluso habían tomado el curso Kaibil de Guatemala. Todo lo que aprendieron lo pusieron al servicio del crimen organizado. Su capacidad de fuego fue apenas uno de sus ingredientes. El otro fue el terror indolente y las técnicas de "interrogatorio" pensadas originalmente para ser usadas contra los grupos subversivos.

Desde entonces han cometido incontables crímenes de lesa humanidad. Sus rivales, para no verse en desventaja, también cooptaron a militares de élite y, entre todos iniciaron una suerte de carrera por ver quién era capaz de las acciones más brutales, sanguinarias.

Lo peor ha sido que no solo estas tropas irregulares (integradas por militares desertores) asuelan regiones enteras. Resulta que las tropas regulares, aquellas que siguen integrando las Fuerzas Armadas mexicanas se han visto involucradas en crímenes de lesa humanidad, entre ellos: detenciones arbitrarias, torturas, violaciones sexuales, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, tratos crueles, inhumanos y degradantes…

La oficial Comisión Nacional​ de los Derechos Humanos (CNDH) ha emitido, de 2007 a la fecha, 137 recomendaciones a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), encargada del Ejército y Fuerza Aérea, y a la Secretaría de Marina (Semar), a cargo de la Armada.

En los documentos se puede apreciar que la mayoría de las víctimas no estaban relacionadas con el crimen organizado. Y que el 'modus operandi' de las tropas involucradas es la detención arbitraria y la retención ilegal de las víctimas en cuarteles, sin dar aviso a las autoridades correspondientes, donde son vejadas, torturadas y violadas sexualmente.

Los soldados han sido objeto de 100 recomendaciones en las que se documenta la violación de derechos humanos contra 388 personas. Mientras, los marinos han recibido 37 recomendaciones en las que se les señala de haber victimizado a 154 personas. Del total de 542, 18 son niños y niñas sometidos a asesinatos, violaciones y tratos crueles.

La militarización de la lucha contra las drogas en nada hizo retroceder a las bandas del narcotráfico, por el contrario, las fortaleció. La guerra que Estados Unidos impuso a México es imposible de ganar. Mientras, los costos que tiene que pagar la sociedad se cuentan en decenas de miles de asesinados, desplazados y desaparecidos. Muchos de ellos, victimizados por sus propios soldados y marinos.

Zósimo Camacho

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