"A tres meses del asesinato del periodista Javier Valdez, prevalece un discurso de indiferencia"
"¿Cómo estás, pinche bato capitalino, cuándo nos discutimos una plática larga y tendida como mi inevitable desmemoria?": ese fue el penúltimo mensaje que recibí de Javier Valdez Cárdenas, periodista y entrañable compañero que resultó asesinado el pasado 15 de mayo en su natal Culiacán, en el estado mexicano de Sinaloa.
"¿Te parece si nos vemos la próxima semana?", le respondí. "Ando investigando uno de esos temas que calan más que el frío norteño". Él de inmediato contestó: "Cuídate mucho, cabrón. Te aviso cuando ande por el defectuoso". Volví a saber de él aquel día de mayo, su nombre en todos los sitios de noticias, en todos los rincones de México y gran parte del globo. Estábamos de luto.
Como muchos reporteros mexicanos, recuerdo al "pinche bato", como le decíamos de cariño en el gremio periodístico, muy sonriente, siempre atento a las pláticas, receptivo con los jóvenes y cauteloso con cada letra que tecleaba, con cada historia que él, valientemente, se atrevía a narrar.
Aquella tarde, alguien que aún permanece en la impunidad asesinó salvajemente a uno de los mejores periodistas del país, galardonado por el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) con el Premio Internacional de Prensa 2011; y reconocido en 2014 por la revista 'Quién' como uno de los 50 personajes que movían a México.
"Yo no doy consejos, bato querido, sólo te pido que seas cauteloso porque los de allá arriba [el Gobierno mexicano] son cabrones, y no se andan con mamadas", me dijo en alguna ocasión Javier Valdez en la Ciudad de México. "Y no es personal. La vida te enseña, aunque sea a putazos, que hay que saber en quién sí y en quién no confiar".
Indiferencia cómplice
En entrevista con RT en Español, el editor mexicano César Ramos, autor de la antología 'Periodismo escrito con sangre', que incluye textos del fallecido reportero sinaloense, aseguró que "habrá más comunicadores asesinados en México, ya que el Gobierno de este país es indiferente, no investiga a fondo los casos y, por tanto, se vuelve cómplice de estos homicidios".
RT: El pasado 15 de agosto se cumplieron tres meses del asesinato de Javier Valdez. ¿Qué nos puedes contar acerca de él, a quien muchos consideraron como la voz de las víctimas del narcotráfico?
C.R.: No es un secreto para nadie: cualquier persona que pudo platicar, acercarse o asistir a la presentación de alguno de los libros de Javier Valdez, sabe que era un sujeto bastante amigable, divertido, inteligente y audaz. Desgraciadamente, su pasión por contar las historias de las víctimas del narcotráfico en México, fue su sentencia de muerte.
RT: ¿Compartes la idea de que el periodismo policiaco, al menos en México, es una sentencia de muerte?
C.R.: Por supuesto, ya que te confrontas con diversos grupos, entre ellos la delincuencia organizada y las esferas del poder, es decir, el gobierno mexicano; los mismos que te catalogan como una "voz incómoda" que difunde información "peligrosa". En ese sentido, creo que el asesinato de Javier Valdez fue un acto salvaje de ciertas personas que pertenecen o encubren al crimen en el país.
RT: ¿Qué pueden encontrar los lectores de México y el mundo en la antología 'Periodismo escrito con sangre'?
C.R.: Como su nombre lo indica, van a encontrar textos que ninguna bala podrá callar. En esta compilación se recogen algunos trabajos de los libros de Javier Valdez, como 'Miss Narco', 'Los morros del narco', 'Levantones', 'Con una granada en la boca', 'Huérfanos del narco' y 'Narcoperiodismo'. En todos ellos hay un común denominador: el acercamiento intenso al ser humano, a las víctimas.
RT: Finalmente, ¿consideras que la muerte de Valdez se debió a la publicación del libro 'Narcoperiodismo', en el que narra cómo algunos reporteros son sometidos a la "línea editorial" de la delincuencia organizada en México?
C.R.: Muy probablemente. Las autoridades en México no han entendido que el periodismo no es un delito, es una forma de hacer país, de hacer democracia. Como bien dices, entre los reporteros que han sido amenazados por el narco, algunos han podido escapar hacia EE.UU., y los que no, se han quedado para servir a esos grupos o para ser parte de una aterradora estadística de asesinatos impunes.
José Luis Montenegro