Los atentados de Cataluña, que la semana pasada produjeron 15 muertos y más de un centenar de heridos, no sólo han dejado consternación y dolor. También han derivado en ataques violentos contra la población musulmana y sus mezquitas, así como en discursos islamófobos proclamados en redes sociales y foros.
Desafortunadamente, ya es algo habitual. A cada atentado de signo yihadista que ha sufrido Europa, le han seguido multitud de reacciones xenófobas, que sólo han demostrado ser útiles para fomentar el odio y la división en las sociedades atacadas. Es este, sin duda, uno de los principales objetivos -y logros- de los terroristas.
Mientras tanto, la comunidad musulmana se ha hecho presente durante estos días en las calles para protestar contra el terrorismo al grito de 'No en mi nombre' e 'Islam es paz'. Pero sus manifestaciones de dolor han tenido escasa repercusión, probablemente porque muchos obvian -o quieren obviar- que los musulmanes son los que más han sufrido la lacra del yihadismo.
Atentados yihadistas en Europa: 1 % del total
El Observatorio Internacional del Terrorismo publica mensualmente un informe detallado de los atentados perpetrados por organizaciones yihadistas, o cometidos por individuos inspirados en su ideología, en los que al menos se produzca una víctima, incluso si se trata del propio terrorista.
Así, se documenta que en los siete primeros meses de este año se han perpetrado más de 820 ataques terroristas en todo el mundo, que se saldaron con al menos 8.300 muertos. De ellos, solo 10 se llevaron a cabo en países occidentales, y cobraron las vidas de 50 personas. Es decir que el número de ataques terroristas de signo yihadista en Europa no alcanza ni a 1 % del total.
Tal y como explica Carlos Igualada, experto en terrorismo y autor de los análisis mensuales, las regiones que concentran este tipo de actividades terroristas "son y seguirán siendo" Oriente Medio, el norte de África y el Sahel. "Reúnen todos los condicionantes necesarios para la supervivencia y el surgimiento de nuevas formaciones basadas en la doctrina del salafismo yihadista, algunos de cuyos factores son la debilidad e incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad y la inestabilidad política, lo que se traduce a la larga en Estados fallidos donde el control del territorio lo acaban ostentando y ejerciendo los grupos terroristas", añade.
El problema es que la presencia yihadista en Occidente acapara toda la atención mediática, y oculta que los países más golpeados por este tipo de terrorismo son Irak, Siria, Yemen, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Somalia, entre otros.
El pasado mes de julio, por ejemplo, sólo hubo un caso de ataque terrorista en Europa. Fue en Hamburgo (Alemania), donde un hombre con un arma blanca apuñaló a varias personas en un supermercado y mató a un civil. Ese mismo mes se produjeron 154 atentados yihadistas en todo el mundo, el 40 % de ellos en Irak, que dejaron la devastadora cifra de 744 muertos.
Un estereotipo fomentado
"El hecho de que la atención que se le da desde Occidente al terrorismo de perfil yihadista se limite prácticamente a la existencia de atentados en ese territorio, provoca que de cara a la percepción social se forme un panorama distorsionado, en el que no se muestra la realidad en su totalidad, que no es ni más ni menos que la presencia diaria de atentados de esta etiología en países de mayoría musulmana, siendo este axioma olvidado por muchos", explica Igualada.
Por ello, los medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande a la hora de generar opiniones y estereotipos sobre la comunidad musulmana. De hecho, es habitual que tras un atentado terrorista se entremezclen los términos 'musulmán' (persona que practica el islam), 'islamista' (cuando a partir del islam se crea una ideología política) y 'yihadista' (en actualidad, aquellos que utilizan la violencia y la guerra para la imposición de su ideología).
Esta visión distorsionada de la realidad lleva a que los musulmanes sean percibidos como una amenaza, y este es precisamente el peligro real al que se enfrentan las sociedades europeas.
Como explicó recientemente a RT Pedro Rojo, presidente de la Fundación Al Fanar –que desarrolla proyectos para la luchar contra la discriminación de los jóvenes en las aulas–, la islamofobia lleva a procesos de aislamiento y marginación de los musulmanes, y es allí donde pueden comenzar los procesos de radicalización.
Única solución: bloquear el financiamiento de yihadistas
Así, criminalizar a los musulmanes por una situación que ellos sufren más que nadie, sólo alimenta el objetivo de los terroristas: fracturar las sociedades que atacan.
Mientras tanto, algunos gobiernos continúan colaborando con países que financian y respaldan a organizaciones yihadistas. El petróleo, la venta de armas y otros intereses económicos parecen significar mucho más para los líderes occidentales que poner fin a una lacra que no deja de provocar muertos. Es la eterna hipocresía mundial.
En este sentido, aunque Igualada no pone nombre a los países que financian el terrorismo, es muy claro en su argumentación: "La caída del califato de Daesh no supondrá en ningún caso la desaparición de la ideología del salafismo yihadista, que seguirá activo hasta que no se implementen medidas multidimensionales y multidisciplinares que pretendan solucionar el problema desde su base".
Según el experto en terrorismo, los "gobiernos occidentales" y los "líderes de los Estados musulmanes" deben caminar en una misma dirección, "dejando sus rivalidades geopolíticas y estratégicas a un lado", porque "mientas se siga financiando y dando respaldo a estas organizaciones terroristas con el objetivo de conseguir un beneficio propio, el yihadismo seguirá siendo una lacra para la población, especialmente en aquellos países afectados directamente por su actividad".
María Jesús Vigo Pastur