La casa teñida de sangre: Así luce hoy uno de los centros de tortura de la dictadura argentina
Las sierras en las inmediaciones de la ciudad argentina de Olavarría esconden una casa que parece abandonada. Sus paredes denotan el paso del tiempo, pero siguen teñidas de la sangre de torturas. Durante el periodo de la dictadura militar, aquí funcionó el centro clandestino de detención Monte Peloni, donde Araceli Gutiérrez permaneció secuestrada junto a otras personas. Desde hace años, decidió mudarse a ese predio para evitar que se olvide lo qué sucedió allí.
La ubicación estratégica de esta estancia permitió que los militares actuaran con mayor impunidad. Para llegar a Monte Peloni hay que alejarse de las carreteras principales y atravesar un extenso camino vecinal. Los dormitorios de la vivienda fueron usados como calabozos y en el baño se conectaba un grupo electrógeno para torturar a los detenidos. Araceli logró dejar atrás el temor y resalta que el lugar donde antes se vivió el horror, hoy debe servir para reflexionar.
"Este era un hermoso lugar y ellos lo transformaron en un centro de tortura, entonces es volver a ganarles el lugar", comenta esta víctima de la dictadura argentina. "El centro de tortura sigue estando, pero ya con otra cosa, con otra visión histórica", concluye.
Araceli fue la única mujer detenida allí y hoy es quien recibe a los visitantes en este sitio histórico. Reconoce que la geografía bucólica del lugar la ayuda a sobrellevar lo que le tocó vivir ahí. La casa está situada en un campo de 323 hectáreas que perteneció al Ejército desde la década de 1950 y empezó a usarse como cárcel clandestina desde septiembre de 1977.
En 2014, el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata condeno a prisión perpetua a tres miembros del Ejército por delitos de lesa humanidad. Los encontró penalmente responsables de los delitos de privación ilegítima de libertad, tormentos y homicidio calificado cometidos en Monte Peloni. Mientras la Justicia sigue investigando lo que pasó allí, en cada sector de este lugar permanece imborrable el registro de lo vivido hace cuatro décadas.