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La Universidad de México, una 'plaza' más del narcotráfico

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El orgullo de México, su Universidad Nacional, es alcanzado por el narcotráfico. La Ciudad Universitaria, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, ubicada en la capital de la República, se ha convertido en una 'plaza' más de un cártel de drogas: el llamado Cártel de Tláhuac.

Golpizas, violaciones sexuales, desapariciones y asesinatos cometidos contra estudiantes, académicos, trabajadores y transeúntes han empañado la imagen de la máxima casa de estudios del país y una de las principales universidades de Iberoamérica. De manera oficial, los incidentes no han estado relacionados directamente con la venta de drogas. Pero los grupos de vendedores operan en las áreas donde han ocurrido los hechos de violencia.

El episodio más reciente es el de un reportero, Humberto Padgett, que intentó videograbar furtivamente a los narcomenudistas. Haciéndose pasar por un consumidor de drogas, compró marihuana, LSD, cocaína y heroína para demostrar la facilidad con la que se consigue cualquier tipo de estupefacientes en las instalaciones universitarias. Fue descubierto y vejado por los delincuentes. Le colocaron el cañón de una pistola en la cabeza y le dijeron que, por esta ocasión, le perdonaban la vida. Antes de liberarlo, lo golpearon con la cacha del arma.

En los últimos 10 años –periodo de la fingida guerra contra el narcotráfico que se desarrolla en el país–, en instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se han registrado 300 ataques sexuales; han muerto 36 personas y cinco más han desaparecido (cuatro fueron localizadas y de un estudiante sólo se encontraron sus restos). Son los datos oficiales obtenidos de la propia institución académica. Fuera del campus, otros 12  universitarios han sido asesinados o desaparecidos, de acuerdo con información del colectivo Nos Hacen Falta.

En las inmediaciones de la Torre de Rectoría, sede del gobierno universitario, se puede observar a los narcomenudistas ofrecer, vender y consumir sus productos, incluso a plena luz de día. En esos mismos lugares, integrantes de la comunidad universitaria y personas externas consumen alcohol hasta embriagarse y sostienen relaciones sexuales.

El fortalecimiento de estos grupos ocurrió desde 2007, cuando el político José Narro Robles (del derechista Partido Revolucionario Institucional, en el gobierno) asumió la rectoría de la UNAM. Desde 2015 dejó en el cargo a un miembro de su propio grupo: Enrique Luis Graue Wiechers.

La Universidad siempre ha reflejado lo que pasa en el país. Este caso no es la excepción. Estos grupos delincuenciales florecieron al amparo de la corrupción y la displicencia. Así como los cárteles de las drogas han sido utilizados en todo el país para contener los movimientos sociales y reprimir la organización política, en la Universidad los narcomenudistas tienen una función similar. Primero se intentó vincularlos con el activismo político estudiantil. Se les encomendó hacerse pasar por integrantes de colectivos con demandas políticas. Como esta estrategia fracasó, los delincuentes son usados para enfrentar y amedrentar a estudiantes organizados.

Hoy su presencia y los actos de violencia que provocan han servido para imponer vallas y retenes en la Universidad, un espacio que por décadas había sido de libertad y lugar de abierta discusión.

La instalación de rejas ha fracasado. Los narcomenudistas siguen ahí. No será con medidas autoritarias como se resuelva el problema. Basta con que se erradique la complicidad entre los vendedores e integrantes de la Universidad.

Zósimo Camacho

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