En 10 años, México ha sembrado de opio un territorio más grande que el de países completos como Singapur o Baréin. Incluso, mayor que el de regiones como Hong Kong. Datos del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana (Ministerio de Guerra) dan cuenta de más de 171.000 hectáreas de adormidera –o amapola– detectadas y destruidas por el Ejército Mexicano.
Sin embargo, la cifra real de hectáreas labradas con amapola en México podría ser muy superior, pues la mayoría de los sembradíos no son 'descubiertos'. Sus productos –opio, morfina y, sobre todo, heroína– terminan en las calles y centros nocturnos recreativos de Estados Unidos, principalmente, y Europa.
La amapola se ha vuelto tan común en las zonas serranas mexicanas que algunos grupos campesinos la llaman "maíz bola". El término hace referencia al alimento base de la dieta mexicana (maíz) y al bulbo de la flor de la amapola (bola), donde se contiene la sustancia opiácea de la planta. Los violentos cárteles del narcotráfico se disputan las zonas de cultivo y las rutas de trasiego.
Conforme más territorio es usado para la siembra de la amapola, la violencia se incrementa exponencialmente. Regiones hasta hace algunos años armónicas hoy viven secuestros, asesinatos y desplazamientos forzados. Algunas comunidades indígenas –como las rarámuris de la Sierra Tarahumara, las tepehuanas de la sierra duranguense y las me’phaa de la Montaña de Guerrero– viven en medio del fuego cruzado entre sicarios de los cárteles, soldados, marinos y policías federales.
El 'Informe Mundial sobre las Drogas 2017' ya daba cuenta del crecimiento vertiginoso del número de hectáreas sembradas de amapola en México. Publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODCC, por su sigla en inglés), ese informe señaló a México como el tercer productor mundial del opiáceo. El primer lugar indiscutible lo ostenta Afganistán. El segundo, Myanmar.
Y es que, desde que empezó la fingida guerra contra las drogas, cada vez más territorio mexicano se utiliza para el cultivo de estupefacientes.
En 2005, antes de la puesta en marcha de la actual política antidrogas, en México se sembraban apenas 3.500 hectáreas de amapola, señala el informe de las Naciones Unidas. En contraste, según los datos del Estado Mayor de la Defensa Nacional mexicana, en 2015 se detectaron 26.248 hectáreas y, en 2016, 22.211 hectáreas sembradas con la adormidera.
En los últimos 10 años se ha sembrado amapola en 26 de los 32 estados que integran la República Mexicana. En las paupérrimas sierras de Guerrero, Sinaloa, Chihuahua y Durango cada año crece el área de cultivos ilegales, principalmente de opio.
De las 171.353 hectáreas sembradas con amapola detectadas y destruidas por el Ejército Mexicano, 48.470 fueron sembradas en los últimos 2 años.
Los datos muestran el fracaso de la estrategia antidrogas vigente en México. ¿Para qué se ha desplazado a 300.000 personas, asesinado a 160.000 y desaparecido a 30.000? O, incluso, ¿para qué han perdido la vida casi 600 soldados y marinos? ¿Para que luego de 10 años se haya incrementado en 750% el cultivo de amapola? Las cifras señalan que el narcotráfico debe enfrentarse de otra manera. Y es que no hay fuerza que pare la 'moda' del consumo de opio en Estados Unidos, donde medio gramo de heroína se vende –en promedio– en 70 dólares.
Zósimo Camacho