¿Podría imaginar que, en medio de las catástrofes que sacuden al mundo, hay cientos -o miles- de sujetos que antes de sacar su solidaridad buscan la calculadora? No lo sueñe, existen.
No se trata únicamente de los pequeños vendedores locales de botellas de agua o los carpinteros locales que encarecen sus servicios profesionales después de un tifón o un huracán. No. Son gigantescas firmas del mundo financiero que, con ingentes cantidades de dinero, se valen de las probabilidades de un siniestro para diseñar riesgosos instrumentos de inversión a los cuales exprimirles jugosos rendimientos y que han denominado como "bonos de catástrofe".
Pero, ¿no es ilógico que los capitales privados inviertan allí cuando en el mundo son más frecuentes los desastres naturales? Al parecer no. Los halcones de la banca han sabido dominar el arte de la letra pequeña para evitar pagar, mientras aumentan los beneficios en un mercado cada vez más "atractivo". Por eso, no extraña que un reportaje de la agencia Bloomberg lo diga sin pudor: "El tiempo de los bonos 'catástrofe' ha llegado".
'No pain, no gain'
El florecimiento de este tipo de bonos empezó en 1992, cuando el paso del huracán Andrew en Florida dejó mal paradas a las aseguradoras. Desde entonces, los inversionistas, generalmente familias ricas o fondos de pensionados, optaron por dejar dinero en estos papeles con jugosos beneficios: desde 2003 hasta 2016, este tipo de instrumentos ha tenido rendimientos positivos, refiere el portal Dinero en Imagen.
¿Cómo funciona el mecanismo? Las compañías "pautan" el siniestro: un huracán de tal categoría, un sismo de cierta magnitud o una inundación de determinadas proporciones. Si el desastre ocurre, técnicamente, el inversor paga. Pero, como diría Cantinflas, ahí está el detalle.
Fondo de Bonos Cat (Stone Ridge High Yield Reinsurance Risk Premium Fund)> 1 billion Alguien está descubriendo en que estaba invertido... pic.twitter.com/91CSKTlCp3— BruceBondBanner (@BruceBondBanner) 7 de septiembre de 2017
Las "letras pequeñas" implican que si tras una evaluación técnica no se cubren todos los parámetros, el inversor queda eximido de responsabilidades o tendría que hacer apenas un pago parcial. En el reciente sismo ocurrido en México, por ejemplo, el debate se ha centrado en determinar cuál fue la magnitud del mismo porque la diferencia entre 8,1 y 8,2 podría ser crucial para saber si el Estado percibirá recursos para la reconstrucción de las zonas afectadas o no.
La "ventaja" que se vende a los inversionistas para que vayan tras este tipo de bonos es que no se ven afectados directamente por el desempeño macroeconómico de un país ni con el destino azaroso de los mercados. Se apuesta más bien al impredecible designio de la naturaleza.
Mercado en ascenso
Aunque la semana pasada, el índice de bonos catástrofe se desplomó en 15,7% luego del sismo en México y la llegada del huracán Irma a las costas de EE.UU., no es el fin de estas emisiones. Los principales interesados en promover este tipo de papeles son las aseguradoras porque, de esa manera, trasladan sus riesgos a inversionistas privados dispuestos a tomarlos a cambio de rendimientos positivos. Así, la caja gana.
Meade dice que hasta en 30 días se sabrá si México accede a bono catastrófico de 360 mdd https://t.co/TGjvVCZ0v5pic.twitter.com/HZfVj4pjnX— Sin Embargo MX (@SinEmbargoMX) 13 de septiembre de 2017
Las compañías de seguro también prevén recuperar las pérdidas. Esta semana, ya se anunciaba el aumento de las primas que se negociarán en diciembre. ¿Qué significa eso? Pólizas más caras y con coberturas más reducidas. El miedo por la creciente magnitud de los desastres naturales augura que habrá un mercado fecundo.
Un informe de Morgan Stanley, citado por Diario Financiero, refiere que históricamente el sector de las aseguradoras experimenta un comportamiento "más favorable" en los días posteriores a cualquier catástrofe.
De hecho, los recientes eventos naturales no son una preocupación demasiado grande para las compañías de seguros. La rebaja en las estimaciones de daño de Irma, que pasó de 200.000 millones de dólares a menos de 50.000 millones, le dan un alivio a las cuentas de las empresas. Además, la diversificación de los riesgos que han hecho las aseguradoras mediante los bonos catástrofe diluye tanto sus responsabilidades de pago que -refiere Bloomberg- "un bamboleo de uno de ellos no necesariamente afectará a todo el sector".
La otra carta a favor de los emisores de bonos catástrofe es que generalmente están sobresuscritos, es decir, hay más capital en juego que lo que realmente se procede a indemnizar.
¿Crisis en ciernes?
Los 'bonos catástrofe' -que según El Economista se mueve en un mercado de unos 90.000 millones de dólares- no sólo son emitidos por compañías sino también por Estados y hay entidades financieras multilaterales como el Banco Mundial (BM) que participan en esas iniciativas. México fue uno de los pioneros en poner en el mercado este tipo de instrumentos que, teóricamente, trasladan a privados la responsabilidad de una respuesta en casos de tragedias de marca mayor.
Después del sismo de la semana pasada, el gobierno mexicano ha anunciado que utilizará el bono por un monto de 150 millones dólares aunque todavía está por determinarse si, tras las evaluaciones, efectivamente se podrá liquidar esa cantidad. Por lo pronto, la agencia Artemis prevé que, al menos en este caso, podría presentarse una pérdida total para los tenedores de los papeles.
El peligro es que, si empiezan a cobrarse ese tipo de bonos a los inversionistas, al tiempo que los seguros privados se vean rebasados en su capacidad para atender indemnizaciones, se abriría la posibilidad de una crisis como la experimentada en 2008 con las hipotecas subprime.
Sin embargo, eso no parece preocupar demasiado a las aseguradoras que esta semana experimentaron un repunte significativo en la bolsa. Acciones como las de Universal Insurance Holdings y HCI Group subieron más de 12%, mientras que las de Heritage ascendieron espectacularmente a un 21%. La burbuja especulativa de la catástrofe, por ahora, tiene quien le insufle aire.
Nazareth Balbás