Uno de los relatos que recuerdo que me impactaron fue la inacción del Ejército y la Policía, que durante los primeros momentos después del sismo consistió solo en 'resguardar' los inmuebles derrumbados y no en labores de rescate. Algunos testimonios refieren que en la madrugada se escuchaban los gritos de auxilio de algunas personas atrapadas entre los escombros.
La sociedad mexicana, en ese entonces, empezó a formar brigadas de rescate para buscar sobrevivientes y para localizar a sus familiares ante la inacción del Gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid, quien no solo reaccionó de forma tardía, sino que incluso rechazó la ayuda internacional y evitó difundir las cifras reales de la tragedia.
Los ciudadanos se salvaron a sí mismos
19 de septiembre de 2017.
Y la historia se repite. Incluso el mismo día, como una mala broma.
Para los que no recordamos el sismo del 85, tal vez jamás pensamos vivir semejantes momentos de terror, angustia y desesperación. En unos segundos, la vida de los mexicanos cambió por completo. La empatía de muchos nos obligó a salir y buscar la forma de ayudar. Podría ser cualquiera de nosotros, un familiar, un amigo, un compañero de trabajo, el profesor de la universidad o el tendero de la esquina quien estuviera atrapado dentro de un edificio colapsado.
Confieso que había dudado en escribir, porque muchos días estuve bloqueada. No dormía y apenas me salían unas lágrimas, pero el nudo en la garganta había ya bajado al pecho y sentía taquicardia. Dicen los psicólogos que han estado apoyando gratuitamente en las brigadas que esto es parte del síndrome postraumático. En los primeros momentos, tal vez eso pasaba a segundo término.
Fuimos a varios puntos a llevar material de curación durante las primeras horas después del sismo. Después nos formamos para las brigadas que levantaban escombros.
En Torres Adalid y el Eje Central, mi amigo Jaime (a quien conocí justamente comprando un casco y guantes de carnaza en una tienda) y yo éramos parte de esas filas que pasaban las cubetas para el cascajo. Lo verdaderamente sorprendente era que en unas cuantas horas había una gran movilización de ciudadanos para poner sus manos y sus recursos a disposición de quien lo necesitara.
En este punto, lamentablemente como en varios otros, un rumor propagado por los 'brigadistas' que organizaban en la zona logró ahuyentar a muchos de los voluntarios.
"Se cayó el hospital Siglo XXI, váyanse para allá", decía una de las personas que nos daba instrucciones en las filas.
Muchos se fueron en grupos y en cuestión de cinco minutos la zona estaba mayormente despejada.
Había maquinaria pesada. Era el segundo día, habían pasado apenas veinte horas y había una retroexcavadora que, en un principio, se usaba con 'relativa delicadeza', porque aún se tenía esperanza de encontrar a alguien con vida. Pero había grandes bloques de concreto imposibles de remover de otra forma. Tras dos vueltas en silencio del binomio canino, se decidió usar la maquinaria de forma más agresiva. Muchos voluntarios ya se habían marchado.
Lo curioso es que empezamos a ver replicada esta historia en diversos puntos: un 'rumor' lograba despejar un poco las zonas de desastre de voluntarios. Y aunque en un principio la acción y la ayuda era primordialmente civil, poco a poco el Ejército, la Marina y Protección Civil comenzaron a rezagar a los brigadistas voluntarios.
En la zona de la Obrera, otra vez la tragedia azotó a una fábrica textil (sector en donde prevalecen condiciones de irregularidades y clandestinidad). Brutal coincidencia, en el 85 también se derrumbaron talleres, cobrando la vida de por lo menos 600 costureras.
Era el cuarto día y ahí en la Obrera, ante la amenaza de introducir maquinaria pesada, un enfrentamiento entre granaderos y brigadistas que querían continuar las labores de rescate dejó más dudas sobre la actuación de las autoridades.
Si bien es cierto que tanto soldados como marinos trabajaron hombro con hombro con cientos de brigadistas en las labores de rescate, algo era evidente: había premura por parte del Gobierno federal y capitalino de limpiar varias de las zonas y hacer a un lado a los brigadistas. La presión que ejercieron los voluntarios en cada uno de los puntos y en las redes sociales permitió que en muchos casos las labores de rescate continuaran.
Las historias más increíbles se desarrollaban en esas horas: personas que fueron rescatadas con vida, perritos, una tortuga y hasta un perico; la audacia de los binomios caninos, los miles de voluntarios que abarrotaron incluso los puntos más lejanos como San Gregorio en Xochimilco; un soldado rompiendo en llanto al no haber podido rescatar con vida a la esposa e hija de un fotógrafo.
Mientras, en la televisión nos tejían la historia de una niña inexistente, Frida Sofía, de la misma forma en que nos han recetado telenovelas.
Una avalancha de información en redes sociales se desató. Y ante la ausencia de las autoridades tanto locales como federales, una vez más la sociedad respondió de forma rápida y eficaz.
La prueba fue el programa Verificado19S, una alianza entre organizaciones y la sociedad civil que lograron verificar en tiempo real la situación y las necesidades en las zonas de desastre, así como la movilización de voluntarios. Un esfuerzo ciudadano que hizo quedar en ridículo al Gobierno de Enrique Peña Nieto.
Más tarde, aún con las labores de rescate en proceso, también en medios tradicionales explotaban a la más famosa rescatista: Frida, un binomio canino que hicieron desfilar en un circo mediático. Era la nueva atracción. El 'rating' era la clara prioridad para muchos.
Conforme han pasado los días, los temas de corrupción se han ido destapando. Edificios que no debían haberse construido o ampliado; funcionarios que estuvieron inhabilitados otorgando permisos y constructoras que usaron materiales de mala calidad. Y aunque, convenientemente, a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (SEDUVI) se le cayó el sistema de datos en donde se tiene la información sobre los usos de suelo y los trámites, así como los directores de obra responsables, es evidente que la corrupción cobró vidas y arrebató patrimonios; hay responsables y deben pagar por ello.
Para rematar, el Gobierno federal, sí, ese que ha saqueado al país, tiene el cinismo de seguir solicitando la ayuda de la sociedad...
El sismo nos recordó quiénes somos. Que no nos somos indiferentes, que el que está sentado a un lado en el metro o en el camión podría ser el que nos auxilie a nosotros o a algún miembro de nuestra familia. Que juntos hacemos la diferencia, entre ese México copado por la mafia y el México que renace de su independencia; ese México en el que la sociedad participa activamente en el bienestar de su gente.
El sismo nos recordó que la lección que nos dieron nuestros padres a través de esas historias ha sido aprendida y la solidaridad es su legado. Que abrimos nuestros corazones para ser empáticos, para jamás volver a ser los mismos.
Adriana Buentello
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