Robert Bridge, escritor y periodista estadounidense, denuncia en su último artículo para RT que el Departamento de Justicia de EE.UU. demande designar a los medios de comunicación rusos con la denominación de "agentes extranjeros", propia de la época de la Segunda Guerra Mundial .
A su juicio, el macartismo que recorrió EE.UU. a mediados del siglo XX "era un juego de niños en comparación con la histeria rusófoba que ahora se desboca", mientras "los medios rusos están incluso obligados a identificarse bajo una denominación de la era nazi".
El columnista destaca en su publicación que "la campaña total antirrusa llegó con una ferocidad tan rápida e injustificada que habría hecho al difunto senador estadounidense Joseph McCarthy —cuyo nombre es prácticamente sinónimo de cacería de brujas— sentarse y tomar nota".
"Y justo cuando crees que hemos tocado el fondo en la relación bilateral, se abre una trampilla bajo los pies propiciando otra caída precipitada", agrega Bridge, en relación a la "demanda indignante" del Departamento de Justicia de EE.UU., según la cual la rama estadounidense de RT debe registrarse como "agente extranjero" para continuar trabajando en el país.
"Lo que hace que la demanda de EE.UU. sea especialmente inaceptable, si no completamente repulsiva, es la historia detrás del Acta de Registro de Agentes Externos de 1938 o FARA, creada para contrarrestar la agitación pronazi", señala el analista. "Pocos han olvidado cuánta sangre, sudor y lágrimas sacrificó Rusia en su extraordinario esfuerzo para repeler a las fuerzas de Hitler de su territorio. De hecho, sin el incomparable sacrificio de Rusia, que quebró la espina dorsal de la máquina de guerra nazi, hoy sería completamente inútil hablar de un 'medio libre'".
Época de problemas entre Rusia y EE.UU.
Según Robert Bridge, los problemas empezaron con la derrota electoral de Hillary Clinton en las presidenciales de 2016, de la que los demócratas culparon a Rusia. Poco después Barack Obama expulsó a 35 diplomáticos rusos de EE.UU. "basándose" en "noticias falsas y rumores" sobre el supuesto 'hackeo' de las elecciones.
La consiguiente histeria inducida por la prensa, recalca el escritor, —sanciones, confiscación de bienes rusos o el "intento de silenciar a los medios rusos"— ni siquiera pudo frenar al "poderoso Trump". Mientras tanto, explica el periodista, "las fuerzas de la OTAN lideradas por EE.UU. tras entrar en Europa del este por la puerta de atrás, que fue abierta haciendo palanca con atemorizantes tácticas antirrusas, han establecido campos permanentes en los umbrales de Rusia".
Y todo eso ocurre sin que haya aflorado hasta ahora evidencia alguna de que Rusia 'hackeara' las elecciones en 2016 en EE.UU., recuerda.
"Los estadounidenses deben de estar preguntándose, como mínimo, por qué sus representantes en el Capitolio, pagados con impuestos, están perdiendo tanto tiempo y tanta energía tratando de empañar a Rusia cuando, tras más de un año de estigmatización, todavía no ha producido los resultados deseados", observa el periodista.
"Al mismo tiempo, los expatriados rusos que se han asentado en EE.UU. también deben de estar un poco confundidos y, tal vez, incluso preocupados ante esta coyuntura. De hecho, si los diplomáticos rusos pueden ser tratados de una manera tan ruda e irrespetuosa, ¿qué va a pasar con las personas de a pie?".
En este sentido, Bridge se pregunta si acaso a alguien le sorprendería si esos rusos que viven en EE.UU. son un día "obligados a usar etiquetas especiales en público, identificándose como 'agentes extranjeros' de ese lejano y sospechoso país que los mendaces medios de comunicación y los grupos de expertos irreflexivos han defendido durante tanto tiempo como la raíz de todo mal sobre la Tierra".
"Escribo eso solo parcialmente en broma, porque, claramente, la ola de rusofobia que se ha instalado en Washington como una niebla impenetrable no se levantará a corto plazo", concluye su reflexión Robert Bridge.