Una mujer de República Democrática del Congo fue azotada, violada y ejecutada delante de una multitud por servir un presunto plato prohibido en su restaurante, informa la cadena de televisión France 24.
El hecho ocurrió el pasado 8 de abril en la localidad congolesa de Luebo, por entonces controlada por el grupo armado Kamuina Nsapu. Sin embargo, hasta comienzos de este mes no trascendieron las imágenes de la ejecución, compartidas a través de WhatsApp.
La castigada era dueña de un pequeño comedor y fue acusada de servir a los insurgentes que acudieron a su local un plato de porotos con pescado y esos rebeldes, que se abstienen de comer animales en época de guerra, consideraron que había anulado sus conjuros de protección.
El consejo del colectivo armado condenó a esa mujer y al hijo de su marido, quien también había trabajado ese día en el local, a un humillante castigo público que terminó con el ajusticiamiento de ambos.
La fémina fue desnudada y azotada en la plaza principal del municipio ante los aplausos y festejos de los testigos. En la filmación, se observa cómo el líder de los rebeldes, Kalamba Kambangoma, la arrastra hasta una plataforma, donde ambos condenados fueron obligados a tener relaciones sexuales.
Una vez consumado el abuso sexual, los 'procesados' fueron decapitados con machetes. Varios testigos declararon que algunos rebeldes bebieron la sangre de los castigados y posaron con sus cabezas, mientras que sus cuerpos permanecieron expuestos durante dos días más.
Anaclet Tshimbalanga, especialista en las costumbres congoleñas, asegura que estos crímenes "contradicen completamente las tradiciones locales" —que "prohíben tanto el incesto como la pena de muerte"— y estos casos de "violencia extrema" son el resultado del consumo de drogas y los sangrientos conflictos armados.
El grupo rebelde Kamuina Nsapu surgió en agosto de 2016, ocupó Luebo el pasado 31 de marzo y controló ese lugar hasta el 19 de abril, cuando fue expulsado por las fuerzas gubernamentales, detalla el diario 'Daily Mail'.
Durante el tiempo que estuvieron al mando, esos insurgentes asesinaron a alrededor de 10 personas, —la mujer del alcalde y dos policías, entre otros—, incendiaron edificios públicos y prohibieron a la población trabajar o asistir a la escuela.