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La lengua del colonizador y la acelerada extinción de los pueblos indígenas de México

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La extinción de las lenguas originarias conlleva no solo la pérdida de la capacidad de comunicación, sino también la de cuestionar el mundo que nos rodea.
La lengua del colonizador y la acelerada extinción de los pueblos indígenas de México

Cuarenta y dos de 68 pueblos originarios de México enfrentan la extinción de su lengua, considerada como uno de los rasgos principales de identidad y cultura. Esa pérdida podría ser decisiva para su propia permanencia como comunidades indígenas.

En 19 de los casos, la desaparición es acelerada, y en los otros 23, paulatina, refieren datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), obtenidos por medio de la Ley de Transparencia.

Según el Índice de Reemplazo Etnolingüístico –que genera la CDI para "medir la condición en que las nuevas generaciones usan la lengua indígena"–, en nueve casos hay una situación de equilibrio; en 16, de expansión lenta; y sólo en uno, de expansión acelerada.

La lengua, fundamental para cuestionar el mundo

Pero para 13 pueblos la extinción de su lengua parece inminente: no superan los 1.000 hablantes. Entre éstos destacan los Ayapanecos (en Tabasco), cuya lengua no es considerada en proceso de extinción por el Índice aunque sólo tiene 57 hablantes. También están los Olutecos (de Veracruz), con 144; Kiliwas (de Baja California), con 148; y Tekos (de Chiapas), con 149 hablantes.

"A una cultura que se le arrebata la lengua ya no se le permite construir su historia: su saber sobre el mundo se empieza a erosionar", explica Fabián Bonilla López, doctor en ciencias sociales y perteneciente a la comunidad originaria Ñuu Savi, o Mixteca en español.

El académico de la UNAM señala que los pueblos no sólo pierden la capacidad de comunicación, sino sobre todo de cuestionar el mundo. "Esa es una de las grandes agresiones hacia las culturas originarias: despojarlas del elemento para poder interrogarse su experiencia individual y colectiva en este mundo", añade.

Para el doctor Bonilla, la extinción se debe entender en su complejidad: la lengua sirve para comunicar, pero también para construir saberes y conocimientos, y transmitirlos hace posible la reproducción cultural de los pueblos originarios.

Las lenguas indígenas, al margen de la vida pública

Esa complejidad, dice, incluye el aspecto histórico del proceso colonizador de los españoles, que data del siglo XVI, pues en éste operó una dinámica decisiva: la del imperio de la palabra. Desde entonces las lenguas originarias fueron silenciadas y se instauró un poder a partir de la monoglosia: la voz del colonizador.

"Para mí, la lengua materna es un espacio para dialogar, discutir y preguntarme cosas del mundo. No poder generar interrogantes desde mi propia lengua sería una pérdida increíble, porque esas preguntas no las puedo referir en castellano", dice.

En México, este acelerado proceso de extinción se explica por la discriminación estructural. Ésta ha jugado un papel fundamental en el debilitamiento y abandono de las lenguas, dice la directora de Políticas Lingüísticas del gubernamental Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, Alejandra Arellano.

Y admite que los efectos devastadores que estamos viviendo se han dado porque las lenguas indígenas están al margen de la vida pública. Para la funcionaria, la discriminación a nivel de gobierno es la que más daño genera; por ejemplo, en la administración pública, los trámites y servicios, la educación y el acceso a la justicia sólo ocurren en español.

La aniquilación de la diversidad

Pero la lingüista Yásnaya Aguilar, perteneciente al pueblo originario Mixe, va más allá al calificar esta extinción como una política pública deliberada de castellanización: un proyecto de país homogeneizante que combate las lenguas.

No es que éstas se empezaron a perder de forma espontánea: hay toda una política, sobre todo en la educación, que busca desaparecerlas. Es una violación sistemática de derechos humanos, que ha incluido castigos físicos, psicológicos y violencia cognitiva por décadas.

"Aunque el discurso ahora es multicultural, en las escuelas nuestras lenguas no son las de instrucción; no hay intérpretes en el sistema de justicia ni en el de salud. Hasta el paisaje nos violenta: todas las señalizaciones están en español", indica Aguilar.

Al final, lo que se aniquila es la diversidad que pone en entredicho la monocultura, la monoglosia, la perspectiva unívoca de cómo tiene que ser el mundo, su representación y sobre todo su trayectoria, considera el doctor Bonilla.

Una pérdida cultural incalculable

Según el Índice de Reemplazo Etnolingüístico, los pueblos con acelerada extinción de lengua son: Kiliwa, Teko, Oluteco, Maya, Otomí, Mazahua, Mayo, Chontal de Tabasco, Chontal de Oaxaca, Mam, Sayulteco, Matlatzinca, Cucapá, Paipai, Qato’k, Pápago, Ixil, Kickapoo y Kaqchikel.

Revertir esa extinción es muy difícil, explica Alejandra Arellano: al final se ha perdido la naturaleza misma de la lengua, porque ésta se adquiere en la crianza. Y en las lenguas en riesgo ese proceso natural ya no se da, entonces recuperarla se puede ver hasta como una práctica artificial.

De extinguirse, la pérdida cultural para México es incalculable. En número de lenguas, somos uno de los países con mayor diversidad a nivel mundial, dice Arellano. Lamentablemente, reconoce que, en muchos casos, la última generación de hablantes es de ancianos.

Nancy Flores

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