Que un sacerdote sufra un ataque de nervios y pierda el control de sí mismo, no tiene por qué ser un hecho inusual. Pero si eso le ocurre mientras bautiza a un niño de pocos días de nacido, ya hay material para las redes sociales.
El hecho ocurrió en Rumanía, y en un difundido video puede verse cómo el sacerdote, alterado por el llanto del bebé, le presiona con fuerza la boca para hacerlo callar, lo que no hace sino irritar aún más al asfixiado pequeño.
En un momento dado, el presbítero dice algo a los padres del niño, pone al niño de nuevo sobre un mesa y, a todas luces enfado, se tira de las vestimentas, dispuesto a dar por finalizada la ceremonia.
Sin embargo, decide hacer un último intento de bautizar al bebé. Prescinde entonces de todo cuidado y, con brusquedad evidente, lo sumerge varias veces en el agua bendita.
El bautismo ortodoxo requiere que los bebés sean sumergidos tres veces en agua bendita de la cabeza a los pies.