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Divorcio, enfermedad, muerte: ¿cómo superar los golpes más duros de la vida?

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Existen patrones comunes en cómo afrontamos el dolor que suponen los golpes que nos da la vida, como la pérdida de un ser querido, un divorcio o una enfermedad. Y conocer estos patrones nos ayuda a recuperarnos.
Divorcio, enfermedad, muerte: ¿cómo superar los golpes más duros de la vida?

"Cuando acompaño a personas que están afligidas porque se encuentran en proceso de divorcio o han perdido a alguien o algo que querían, siempre les explico cómo vivimos el duelo los humanos. Una persona que sabe eso puede afrontar sus sentimientos con compasión yapoyarse a sí misma de la manera adecuada cuando sea necesario. Esa persona es consciente de que lo que está sucediendo es normal, de que no se está volviendo loca, de que no le está pasando nada extraño y de que esas cosas les suceden a todos". Así lo relata María Yegórova, psicóloga, terapeuta de traumas y directora del centro psicológico Club en el Piso Nueve, de Moscú, en una entrevista concedida a RT en la que nos cuenta cómo afrontamos las personas los momentos dolorosos de la vida.

No se pueden acelerar las etapas del dolor, ni tampoco evitarlas

Durante la entrevista hizo hincapié en que es imprescindible pasar por todas las etapas del dolor, ya que ello es necesario para volver a vivir plenamente la vida y recordar con gratitud a los difuntos o los seres que hemos perdido, para así permitirles "vivir en nuestra alma" y que su recuerdo nos apoye. "El ciclo completo del sufrimiento causado por una pérdida realmente grave puede durar cerca de dos años. Esto se aplica a divorcios, enfermedades graves y cambios radicales en la vida. No se pueden acelerar las etapas del dolor, ni tampoco evitarlas", afirma la experta.

De acuerdo con la psicóloga, en las escuelas deberían enseñarles a los niños cuáles son las etapas del duelo para que aprendieran cómo se desarrolla el sufrimiento tras una pérdida, qué nos ayuda a superar el dolor y qué nos impide hacerlo. De lo contrario, en un momento difícil las personas nos encontramos solas con nuestra experiencia de confusión y aislamiento, sin entender cómo hablar de nuestro dolor con otros ni cómo tratar a una persona que acaba de pasar por una desgracia para no dañarla y no agravar la situación.

"Conocer los patrones del sufrimiento es como una barandilla a la que agarrarse para bajar por una escalera empinada y resbaladiza", y nos ayuda a evitar "las dudas acerca de la confianza en uno mismo, el temor de que lo que uno está experimentando nunca termine o que no podamos manejarlo con dignidad", señala María.

Cuando entendemos que nos ha ocurrido una desgracia, nuestra primera reacción es el aturdimiento, el 'shock'. "El 'shock' es un mecanismo protector muy importante que durante un tiempo nos permite no sentir el dolor agudo en su totalidad y nos prepara para el esfuerzo psíquico posterior", dice María.

"Es lo que hace, por ejemplo, que las personas más cercanas al difunto no lloren en el funeral. Aunque algunas personas 'benévolas' puedan echarle en cara a una hija que perdió a su padre no haber llorado cuando los otros lo hacían", agrega la psicóloga.

En realidad, la gravedad de la pérdida es mayor para la hija que para el resto, explica María. El 'shock' aquí es algo parecido a una "congelación", o a la "anestesia durante una operación": "Si no hubiera 'shock', si pudiéramos eliminarlo, si tratamos de sacudir a una persona para que sienta emociones, esto puede llevar a una psicosis aguda", subraya la terapeuta. El 'shock' puede durar desde unas pocas horas hasta entre tres y siete días; si dura más es aconsejable acudir a la ayuda de un especialista.

Una vez superado el 'shock', en las primeras etapas de sufrimiento por la pérdida una persona puede comenzar a "negociar" con la realidad o rechazarla. ¿Cómo sucede esto? "Por ejemplo, cuando una pareja se separa, algunas personas piensan: 'Rompimos, pero no fue para bien. Tal vez él/ella se lo repiense y regrese si yo cambio, si crezco espiritualmente, si voy al gimnasio, si hago algo especial, o si enfermo'", comenta María.

O bien otro ejemplo, más sutil: "A nivel intelectual se acepta que una persona se ha ido y nunca más volveremos a verla, pero la familia guarda sus cosas y deja intacta su habitación. Esto significa que este 'trabajo de dolor' no se ha completado del todo, porque a nivel emocional se sigue esperando a la persona que se ha ido", dice psicóloga.

En esta negociación con la realidad y su rechazo se basa toda una industria de 'pseudocuranderos' y charlatanes que se aprovechan de este "modo de pensar en cierto modo mágico" y ofrecen diferentes métodos para 'ayudar' al afligido en su evasión de la dura aceptación de la pérdida.

"La gente piensa que si visitan todos los monasterios del mundo, hacen grandes donaciones o consiguen un tiburón chino con un caparazón mágico la persona enferma se recuperará. Hay que entender que este tipo de fantasías son normales, pero son absolutamente contraproducentes a la hora de ser puestas en práctica", dijo la psicóloga, que hace hincapié en la importancia crucial de reconocer y aceptar la pérdida en la etapa posterior al 'shock'. En primer lugar, hay que hacerlo al menos a nivel intelectual, y luego a nivel emocional y físico.

Aproximadamente 40 días después de la pérdida repentina de una persona empieza la siguiente etapa importante y global: la de la rabia, que puede llegar a durar medio año. En algunas culturas y religiones la ira es tabú, y esto puede complicar y prolongar la experiencia de la pérdida, a veces convirtiéndola en algo crónico.

Según María Yegórova, la ira tiene seis "facetas" es decir, seis ángulos diferentes. La "etapa cero" de la rabia es la ira difusa, o la primera etapa en el "valle de la rabia" que debemos cruzar. La rabia difusa "está dirigida a todo y a nada: una persona se siente terriblemente incómoda con su vida, se siente mal, todo le da asco, siente que nada es como debería ser, todo le molesta", dice la experta.

Una persona disciplinada y comprensiva puede no demostrar esa ira, pero la ira sigue dentro, y eso es algo de lo que no se puede escapar. "Si tras una pérdida alguien se siente así, debe cuidarse y ser compasivo consigo mismo. No hay que destrozarlo todo, pero no debemos desaprovechar la oportunidad de darle un puñetazo a un saco de boxeo, una almohada o un sofá", comentó María.

Tras la rabia difusa comienza la 'canalización' de esta emoción destructiva, y normalmente el primer objeto son aquellos que pueden ser culpados directamente por la pérdida, y precisamente esta es la primera faceta de la ira. En este estadio la rabia se dirige, por ejemplo, al conductor que atropelló involuntariamente a nuestro ser querido, o al médico que le recetó un fármaco equivocado.

La segunda faceta de la rabia la dirigimos a aquellos que "podrían haber ayudado pero no lo hicieron". Por ejemplo, un enfermero que, según los afectados, podría haber cuidar mejor al fallecido. En esta etapa hay casos en los que los parientes incluso demandan a los médicos, dando de este modo 'salida' a esta potente emoción destructiva.

La tercera etapa de la ira puede ser dirigida contra cualquier persona que sea feliz —o al menos así lo crea el afligido—, aunque no tenga ninguna relación con nuestra tristeza. "No debemos culparnos si notamos, por ejemplo, que sentimos odio por una niña cuyos padres están vivos. Tampoco debe fustigarse una mujer que perdió a su bebé y ahora experimenta odio hacia aquellos que tienen hijos. Solamente hay que aceptarlo como una etapa: así es como atravesamos el dolor en este momento, dejando ir a alguien o algo que se fue de nuestra vida".

María Yegórova, psicóloga, terapeuta de traumas
María Yegórova, psicóloga, terapeuta de traumas
"Porque morir es una cochinada, a cualquier edad y por cualquier motivo. Recuerde esto y dígaselo a aquellos con quienes estará a la hora de la pérdida. Morir es una cochinada, porque el fallecido deja a aquellos que le tenían cariño. Y aquí se puede estar enojado"

La faceta número cuatro es la rabia contra Dios y el destino. En este caso la psicóloga recomienda escribir cartasal universo, a Dios o al destino para expresar las emociones. "Es normal estar enojado con aquellos a los que amamos", dice María Yegórova, que agrega que la ira puede extenderse incluso al propio difunto, y esa es la quinta faceta de la rabia.

"Porque morir es una cochinada, a cualquier edad y por cualquier motivo. Recuerde esto y dígaselo a aquellos con quienes estará a la hora de la pérdida. Morir es una cochinada, porque el fallecido deja a aquellos que le tenían cariño. Y aquí se puede estar enojado", afirma la psicóloga.

La sexta y la última faceta de la rabia afecta al propio afligido, es decir, al sujeto de la emoción. "Es un sentimiento de culpa que forma parte de la ira, es inevitable y poco realista. Porque es poco realista pensar que podríamos haber cambiado algo, por ejemplo, acudiendo a la sala de emergencias con la intención de 'ayudar' a los médicos sin ser un médico", dice María.

"Sin embargo, esto no se aplica a las situaciones en las que realmente somos responsables de lo que sucedió. Por ejemplo, en lo que se refiere al divorcio, la contribución de cada uno de los miembros de la pareja en la separación es del 50%, y no del 100%. En estos casos, el psicoanalista austríaco Helmuth Figdorhabla de la 'responsabilidad sobre la culpa', y es una parte importante en el rol parental de cada uno de los miembros de una pareja con hijos en la situación de divorcio", señala la psicóloga.

En la etapa de la rabia lo más importante es permitirse experimentar todos los sentimientosincómodos que están asociados a ella, sin intentar esconderse de ellos: reconocerlos y experimentarlos es crucial.

"Debemos permitirnos vivir estos sentimientos, sin tratar de huir de ellos o nivelarlos. Lo mismo debe hacer la persona que da apoyo al afligido, cuyo trabajo consiste, en cierta medida, en dar permiso para que estos sentimientos puedan manifestarse sin destruir a la persona o el mundo que la rodea", destacó la psicóloga.

"La pena puede durar casi un año. Es monótona, es dura, carece de energía, conlleva muchas lágrimas, y parece como si estuviera dando miles de vueltas alrededor de lo mismo", comenta María Yegórova.

Según ella, una persona afligida puede sentirse "angustiada y abrumada", y puede echarse a llorar en cualquier momento si algo le recuerda a la persona perdida. Cada hito temporal despierta también una ola de sentimientos y emociones: la primera Navidad sin esa persona, el primer Año Nuevo sin ella, nuestro primer cumpleaños sin el ser querido, o la fecha de su cumpleaños. 

"En la etapa del duelo, es importante poder contarle nuestro sufrimiento a otra persona, y es positivo cuando hay muchas personas dispuestas a escucharnos. Escuchar sin evaluar y sin intentar 'regularizar' al afligido, es decir, no intentar indicarle qué es lo que debe o no debe recordar, pensar o sentir", señala la psicóloga.

María Yegórova, psicóloga, terapeuta de traumas
María Yegórova, psicóloga, terapeuta de traumas
"El duelo y la depresión son cosas totalmente opuestas. La depresión es el resultado de interrumpir el duelo, el resultado de no permitirse experimentarlo"

"Esta narración interminable de las mismas historias tiene realmente un efecto terapéutico, por lo que querer hablar de la pérdida una y otra vez es absolutamente normal", añade. La experta señala que en esta etapa se puede acudir a grupos de apoyo, donde los participantes pueden expresarse sin temor a ser ofendidos y recibir compresión y ayuda psicológica del resto del grupo.

También es importante no confundir el duelo con la depresión, destaca María: "De hecho, son cosas totalmente opuestas: la depresión es el resultado de interrumpir el duelo, el resultado de no permitirse experimentarlo. En este sentido, el sufrimiento, el dolor, alejan de la depresión, no la provocan. En esta etapa, la depresión reactiva —que no debe confundirse con la endógena, que tiene otras raíces— puede ocurrir si uno no es capaz de soportar el encuentro con sus propios sentimientos". 

Hemos perdido a alguien o algo que tenía mucho valor para nosotros, y en la etapa del duelo tenemos que encontrar la manera de reemplazar lo perdido —en la medida que sea posible— y hacerlo con nuestros propios esfuerzos o con ayuda externa.  

"Por ejemplo, veamos la historia de una mujer que perdió a su marido —no importa si fue como resultado de un divorcio o porque murió—. Lo que sí es importante es que él reparaba el cableado de la casa, arreglaba el tejado, comprobaba el rendimiento de los electrodomésticos y colgaba estantes. Pero ahora, cuando no está, surge la pregunta: ¿quién se ocupará de ello? Y solucionar el problema les corresponde a la tercera y la cuarta etapa de la vuelta a la vida tras la pérdida", dice María Yegórova.

El problema puede ser solucionado de maneras diferentes, relata la psicóloga. Una de ellas es que la mujer le pida a su hermano que temporalmente haga los trabajos de la casa que antes hacía su marido. O puede acudir a la ayuda de un especialista. O incluso puede aprender a hacerlo todo ella misma, y está opción abre muchas oportunidades.

Por extraño que parezca, el regreso a la plenitud de la vida, cuando nuevamente podemos sentir sus alegrías, también puede convertirse en un momento duro. "Podemos regocijarnos de nuevo, y esto puede asustar a algunos. Se dicen a sí mismos: '¿Cómo puedo sentir alegría cuando una persona tan importante para mí falleció? No, eso no está bien'", comenta esta etapa María.  

Sin embargo, cuando volvemos a vivir de nuevo "aparecen cosas nuevas: nuevas relaciones, nuevo trabajo, nuevas oportunidades y nuevos sentidos que surgen en la vida", y no debemos cerrar las puertas ante estas opciones, señala la psicóloga. Mientras que las personas a las que perdimos —el cónyuge, los padres, amigos...—  pueden seguir apoyándonos en el alma, y su amor y fe en nosotros nos seguirán dando fuerza e inspiración.

En la etapa final del duelo incluso pueden establecerse nuevas relaciones con aquellos a los que perdimos. Se dice que Carl Gustav Jung hasta sus últimos días conversó con su esposa fallecida, contándole sus ideas y discutiendo con ella sobre sus libros. Lo hacía en sus sueños y pensamientos, y fue una interlocutora muy importante para el famoso psiquiatra.

En esta etapa la persona se siente ya diferente. "De hecho, el afligido se ha transformado considerablemente a lo largo de este camino, y, en cierto sentido, ya es diferente. Pero en su corazón la persona a la que quería será para siempre 'un miembro importante del club de la vida', como dicen los terapeutas narrativos", afirma María Yegórova.

En esta etapa de la vida de la persona que sufrió la pérdida puede aparecer una nueva pareja, un nuevo hogar, o una solución realista a una situación a primera vista irresoluble, como una enfermedad. Esto se debe a que se ha completado el 'trabajo de duelo' y se ha aceptado la pérdida en los niveles intelectual, emocional y físico; o, en otras palabras, en el plano práctico y el cotidiano. En esta etapa la persona se da cuenta de que no habrá ningún milagro y comienza a tomar medidas realistas, conscientes y responsables. Para el afligido que está saliendo de su aflicción se abren nuevos significados. Y nuevos horizontes.

"Cuando volvemos a la vida después de una pérdida, vemos de una forma diferente nuestros valores y prioridades: vemos lo que antes no podíamos percibir. Ahora vemos esta profundidad de la vida, la profundidad de las relaciones entre las personas. Y esta es una adquisición muy valiosa", explica María Yegórova.

"El dolor de la pérdida es enorme, no es posible saltar por encima de él, hacer un túnel por debajo o esquivarlo por la derecha o por la izquierda. Solamente se puede pasar a través de él. Pero el que lo consigue obtiene, al final del camino, un nuevo nivel de madurez y un nuevo nivel de 'ternura' respecto a la vida. Y cuando recorremos honestamente este camino, con todo el dolor y los duros sentimientos que conlleva, nos convertimos en personas diferentes, más fuertes y más valientes, podemos valorar más la vida y dar pasos más conscientes", concluye María Yegórova, citando a Bob Deits, autor del libro 'Vivir después de la pérdida' ('Life after loss', en inglés), una obra que la psicóloga recomienda leer a todos sus amigos si les sucede algo grave.

En la elaboración de este artículo se han utilizado los archivos multimedia de Pixabay, RT

Redactado por Anna Sávina, diseño de María Kórobova