Considerar que algunas armas son inhumanas parece un oxímoron, pero incluso entre las herramientas que el ser humano emplea para matar algunas se pueden considerar peores que otras.
Al margen del armamento nuclear, les sugerimos algunas de las armas más dañinas.
Balas expansivas
Estos proyectiles de punta hueca o blanda están diseñados para diseminarse tras el impacto, con lo cual aumentan el diámetro de la herida o producen un sufrimiento mayor. En contraste con las municiones convencionales —por ejemplo, con núcleo de acero—, las balas de punta blanda o hueca tienen menos capacidad de penetración debido a que no se propagan hacia delante, sino en diferentes direcciones.
Al abrirse, incrementan la herida hasta el doble de su diámetro, generan un daño superior en los órganos internos y aumentan el sangrado. Por lo tanto, su tasa de mortalidad es mucho más alta.
Las balas huecas están prohibidas según se estableció en la Convención de La Haya (1989), aunque todos los países se pusieron de acuerdo, excepto Estados Unidos. Hoy en día, la Policía de varios territorios norteamericanos emplea esa munición y cualquier persona con licencia de armas puede adquirirla. De hecho, tres balas expansivas disparadas por Mark David Chapman acabaron con la vida del cantante británico John Lennon en diciembre de 1980.
Armas químicas
Introducidas durante la Primera Guerra Mundial para tratar de acabar con la lucha de trincheras, las armas químicas generaron numerosas víctimas humanas y causaron efectos realmente horripilantes por su naturaleza y su imprevisibilidad indiscriminada.
Después de esa gran contienda no se volvieron a ver en los campos de batalla europeos, pero los nazis sí las utilizaron en sus campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Además, Japón las empleó contra China y también estuvieron presentes en algunos conflictos locales a mediados del siglo XX.
Hoy en día, Naciones Unidas estima que son armas de destrucción masiva y su producción y almacenamiento están prohibidos desde 1993, aunque Corea del Norte, Egipto y Sudan del Sur no se sumaron a esa medida, mientras que Israel tampoco ha ratificado ese acuerdo.
En su momento, la Unión Soviética acumuló los mayores arsenales de esas armas y Rusia solo culminó su destrucción este 2017, mientras que EE.UU. terminará ese proceso en los próximos seis años.
Uranio empobrecido
El uranio empobrecido es el residuo que queda después del enriquecimiento de ese elemento, un proceso que tiene lugar cuando se fabrica combustible para reactores nucleares o cargas explosivas para municiones.
Su alta densidad provoca que resulte ideal para el blindaje, las balas perforantes y los proyectiles antitanque debido a que su escasa radioactividad no representa ningún peligro salvo si se inhala o se bebe agua contaminada.
Sin embargo, cuando entra en contacto con el oxígeno se puede incendiar, a diferencia de cuando se emplea tungsteno. Como consecuencia de ese proceso, las partículas de uranio se propagan en la atmósfera en forma de aerosol y se depositan en el suelo.
En 1991, EE.UU. usó 940.000 proyectiles de 30 mm y más de 14.000 proyectiles de tanques de gran calibre —105 y 120 mm— con núcleo de uranio empobrecido durante la Guerra del Golfo.
Por su parte, la OTAN también empleó esa munición en la guerra de la antigua Yugoslavia (1999) y provocó un estallido de enfermedades oncológicas y de otros tipos tanto entre sus soldados como entre la población local.
Municiones de racimo
Al alcanzar una altura programada por un altímetro, la munición de racimo se abre en el aire y deja caer decenas o centenares de submuniciones, normalmente de distintos tipos —antipersonal, perforantes, incendiarias, etc.— que cubren una superficie importante y matan a todo el que se encuentra de forma indiscriminada.
Las submuniciones esparcidas no siempre explotan, así que se pueden convertir en minas enterradas y ser peligrosas incluso después de que termine un conflicto. Resultan especialmente perjudiciales para los niños, a los que llaman la atención por sus formas de lata o pequeña pelota.
En los últimos años, varios Estados fabricantes han desarrollado tecnologías que minimizan su peligro, como la incorporación de mecanismos de autodestrucción pasado un tiempo programado.
Debido a posibles bajas entre la población civil, las armas de este tipo están prohibidas en más de 100 países desde 2008, aunque países como EE.UU., Rusia, China, Israel y Pakistán no se adhirieron a ese tratado.
Napalm
El napalm es una sustancia gelatinosa a base de gasolina que puede arder sin necesidad de oxígeno: se enciende con sencillez, se quema lentamente, emite un humo negro y espeso y, gracias a su consistencia, se adhiere fácilmente a superficies o seres vivos.
Se comenzó a emplear durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Fuerza Aérea de EE.UU. bombardeó un depósito militar nazi en Coutances (Francia) el 17 de julio de 1944. Al año siguiente, también se utilizó durante el bombardeo de Dresde (Alemania), que arrasó esa ciudad y segó la vida de entre 22.700 y 25.000 de sus habitantes.
En 1980, la Convención de la ONU sobre la prohibición de armas prohibió su uso, pero durante la Guerra de Vietnam los estadounidenses mataron a miles de personas con napalm.
Armas biológicas
Las armas biológicas consisten de microorganismos y toxinas dirigidas contra personas, animales y cultivos para que enfermen o mueran de manera que siembren el miedo y el caos entre los ejércitos y la población civil. Tal vez son las más temibles, debido a que su invisibilidad permite que propaguen de manera indiscriminada enfermedades y muerte.
Se han utilizado en varios continentes durante siglos y abundan los ejemplos al respecto. En 1346, el Ejército tártaro empleó catapultas para lanzar cuerpos infectados de peste dentro de la ciudad amurallada de Kaffa (actual Feodosia, Crimea, Rusia) con la intención de infectar a sus defensores italianos, mientras que las tropas británicas 'regalaron' mantas de enfermos de viruela a los indios de Delaware (EE.UU.) en 1763.
En los años 30 y 40 del siglo pasado, Japón usó patógenos mortales en China continental y la macabra Unidad 731 del Ejército nipón ensayó con enfermedades como la peste bubónica, el cólera, la viruela y el botulismo en seres humanos de todas las edades, incluso bebés.