El presidente estadounidense Donald Trump mantendrá en su estrategia de seguridad nacional a Rusia y China como principales adversarios al poderío global de EE.UU., conservando de esta forma una declaración que ya había realizado su predecesor Barack Obama. Así lo detallan extractos de esa nueva prospectiva revelados por la Casa Blanca.
"[China y Rusia] están decididos a hacer que las economías sean menos libres y menos justas, a aumentar sus ejércitos, a controlar la información y los datos y a reprimir a sus sociedades y expandir su influencia", cita Reuters parte del nuevo rumbo estratégico, cuyo anuncio oficial se prevé para este lunes.
La nueva estrategia es producto de meses de discusión en la Casa Blanca. Según afirman los asesores que anticiparon parte de ella, la Administración Trump considera a Moscú y Pekín como "poderes revisionistas" del statu quo, cuya interacción con Washington no necesariamente "los convertiría en actores benignos y socios confiables".
Con respecto al pasado Gobierno demócrata, también permanecen sin cambios sustanciales el señalamiento de amenazas provenientes de Irán, Corea del Norte y de agrupaciones terroristas. No obstante, el presidente estadounidense ha decidido alejarse de la herencia de su predecesor al excluir el cambio climático de la lista de obstáculos a la seguridad y prosperidad de EE.UU.
Tanto Moscú como Pekín se oponen abiertamente a la agenda globalista e intervencionista de Washington, promoviendo una visión de un mundo multipolar y oponiéndose a la imposición de determinados sistemas políticos a través de la fuerza militar. Ambas potencias se han visto inmersas en la resolución de tensiones y conflictos alimentados por EE.UU., como aquellos generados en torno a Corea del Norte, Libia y Siria.