El acontecimiento que esta noche veneran los cristianos ortodoxos "tuvo lugar en una pequeña ciudad judía de Belén hace más de 2.000 años: el Salvador, largo tiempo esperado, llegó al mundo", recordó el patriarca Kiril de Moscú y de toda Rusia en su discurso de felicitación navideña.
"Muchas generaciones de personas habían aguardado muy atentamente este acontecimiento: que el Señor descendiera a la Tierra para renovar el destino de la humanidad. Cuando finalmente vino, pasó desadvertido para todos, con excepción de los Reyes Magos y los cándidos pastores", dijo a sus feligreses.
"Lo inadvirtieron porque pensaban en Dios a su manera, a lo humano, mientras que él resultó ser muy distinto", explicó. "Lo estaban esperando como un temible y noble rey, mientras que lo dio a luz una virgen humilde y desconocida. Esperaban de él unos decisorios cambios sociales, mientras que él profesó el amor a los enemigos. En el mesías veían una fuente de prosperidad del pueblo hebreo, pero él abrió las puertas del reino celestial a todas las personas", señaló.
A mucha gente, según la interpretación del clérigo, "les faltó entonces la fe y la firmeza para reconocer al hijo de Dios encarnado, quizás se amedrentaron ante la propia posibilidad de aceptar que Dios todopoderoso pudiera personarse exactamente así y lo crucificaron". Sin embargo, cuando Jesucristo resucitó, su lección principal fue que Dios es amor: "El que está en el amor, está en Dios", agregó, y que "el amor es el principio clave de todo el Universo".
Después de este breve repaso a la doctrina cristiana, Kiril se centró en nuestros días, una época en la que "la firmeza de estos lazos de amor se ha aflojado". Según cree, "el amor abnegado hacia Dios y también entre personas es cada vez más raro. En detrimento de las leyes divinas, las personas tratan de confeccionar su propio sistema de valores, en el cual lamentablemente no hay lugar para un auténtico amor, no hay lugar para el espíritu de sacrificio ni la fidelidad".
A su juicio, este es un sistema que "destruye familias, sociedades, Estados". "No obstante, Cristo no ha desaparecido en ninguna parte —afirmó—. Sigue estando al lado de aquellos que guardan fidelidad a sus palabras: 'De este modo todos sabrán que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros' (Juan 13:35)".
En esta fiesta, el patriarca pidió a los cristianos vivir una vida que confirme la presencia de este amor divino en el mundo. "¡Que cada uno de nosotros supere la indiferencia y la adversidad, el miedo y el desafecto y pueda ver en su prójimo no una fuente de problemas, sino a una persona por cuyo bien el propio Dios vino a la Tierra", anheló.
"¡Que nuestras casas se llenen con la alegría navideña, que la haya suficiente para alcanzar a todos quienes la necesitan!", deseó.
El jerarca ortodoxo también solicitó no olvidar que solo las propias personas somos los que podemos traer esta alegría los unos a los otros.