La respuesta es un 'no' sin vacilaciones. La pregunta, hecha hasta el hartazgo, es la misma: ¿creen los jóvenes colombianos que la participación política puede cambiar el país?
"Aunque hay una juventud preocupada por los problemas del país, la mayoría no cree que las cosas se solucionan con el voto", afirma la politóloga colombiana Lina Guisao, quien considera que el panorama para el próximo proceso electoral será más o menos el mismo: una abstención cercana al 50%.
En América Latina, Colombia figura como uno de los países con menor porcentaje de participación en los comicios. En el plebiscito por la paz, convocado en octubre de 2016, la asistencia a las urnas no superó el 38%. Lo más preocupante para muchos políticos emergentes es que los jóvenes son los más apáticos: ¿a qué se debe ese fenómeno?
En busca del 'millennial'
El terreno para conquistar a la juventud es árido y los aspirantes a cargos de elección pública lo saben. Eso explica por qué muchos candidatos a la presidencia se postularán sin el respaldo público de las plataformas partidistas, aunque igual cuenten con las "maquinarias" de esas toldas.
La apuesta propagandística también ha querido ser innovadora. En la carrera por el voto 'millennial' se han enfilado candidatas como Juanita Goebertus, quien el domingo pasado lanzó un 'spot' en las redes que levantó polvo: un corto que hacía mofa de la supuesta 'injerencia rusa' en las elecciones colombianas.
"Uno de los retos que tenemos en Colombia es que los jóvenes salgan a votar, queremos que dejen de pensar que la política es aburrida, que no convoca", defiende la aspirante a la cámara de representantes por Bogotá, quien decidió salir del ámbito académico para lanzarse a las aguas electorales.
El video generó reacciones encontradas: mientras unos elogiaron su creatividad, otros atacaron la estrategia al tildarla de "ridícula". Ella, sin embargo, resalta lo que considera más importante: "me ayudó a llegar a más de 30.000 personas en dos días. Independientemente de que no vayan a votar por mí, fue un paso para que la gente me conociera".
Goebertus es optimista con respecto a la posibilidad de motivar a la juventud a tener mayor peso en la política: "Yo creo que cada vez se abren más puertas para que los jóvenes dejemos de quedarnos detrás del computador y la indignación por el tuit, y demos el salto definitivo para asumir responsabilidades y apostar a las transformaciones dentro del Estado". Guisao, por su parte, mantiene el escepticismo.
Desesperanza a cuestas
Colombia es uno de los países de la región con bono demográfico, es decir, su población joven y económicamente activa es superior a la del segmento que se considera dependiente (niños y ancianos).
Sin embargo, este segmento mayoritario no es el que más se involucra en los procesos electorales: "En Colombia –explica Guisao– ese 50% que históricamente participa en los comicios son personas adultas, son gente mayor que va juiciosamente a ejercer su voto. Aquí la torta está repartida y por eso, quien busque un cambio, debe apostarle muy fuerte a los jóvenes y estos no son tan fáciles de convocar".
Guisao estima que parte de esa apatía generalizada se arrastra desde la elección de 2010, cuando las encuestas decían que el candidato Antanas Mockus, proveniente de la academia y desligado de los partidos tradicionales, podía ganarle la presidencia al conservador Juan Manuel Santos, para entonces delfín político de Álvaro Uribe.
Para la politóloga, el resultado adverso dejó una desilusión difícil de superar para la juventud que se involucró en la campaña de Mockus: "si bien tenemos a algunos herederos de esa 'ola verde', ya no existe la misma conexión. Es que fue muy duro admitir que el país estuvo a punto de tener un cambio importante y al final no se pudo. Fue como si aterrizáramos de golpe y alguien nos dijera 'despiértese, mijo, acuérdese que está en Colombia'. Hubo mucha esperanza e igual perdimos".
Otras vías
Goebertus puede considerarse una de las "herederas" de Mockus. El ex candidato presidencial incluso aparece en la cuña de la Alianza Verde para avalar la experiencia de la joven en el proceso de paz y respaldar su postulación a la cámara por Bogotá.
"Yo sí creo que hay cambios desde la política –enfatiza Goebertus– porque por primera vez estamos planteando que el debate en Colombia pase la página del conflicto armado. El camino es todavía muy largo pero sí hay gente que cree que las transformaciones son posibles desde adentro".
Guisao reconoce que hay un porcentaje de jóvenes metidos de lleno en la política partidista pero afirma que la mayor parte de los llamados 'millennials' apuesta a otras vías de participación como el activismo social: "Mira, yo creo que los verdaderos cambios se pueden dar por fuera del Estado y más allá de las elecciones. Son procesos más lentos e imperceptibles, pero más duraderos y los 'pelados' (la población joven) están más dispuestos a ellos".
Como ejemplo de la efectividad de esas transformaciones habla del cambio que se experimentó en Medellín, una ciudad que en los albores de los años 90 había sido considerada una urbe "fallida" y que logró una transformación positiva en menos de dos décadas: "Fueron el arte y las organizaciones sociales los que lograron suplir al Estado y atraer a los jóvenes que estaban atrapados en la dicotomía de ser víctimas o victimarios de la violencia. No fue un alcalde, no fue un gobernador, no fue la operación 'Orión'. Demostramos que es posible fuera del Estado y vale la pena".
¿Por qué la abstención?
Pero más allá de percepciones subjetivas sobre la utilidad o no de la política, según un estudio del Centro de Asesoría y Promoción Electoral (Capel), hay cuatro variables que se deben tener en cuenta para comprender el fenómeno del abstencionismo: La desigualdad social, la cultura de participación social, el control fáctico del Estado y la comunicación entre gobernantes y gobernados.
En el caso de Colombia, los datos parecen constatar esa hipótesis: el país suramericano es el segundo más desigual de América Latina, según el Banco Mundial, porque 10% de los más ricos ganan cuatro veces más que 40% de los más pobres. Aunque en los últimos años ha habido un repunte de participación de movimientos sociales, la asistencia a las urnas en las eleciones presidenciales de los últimos tres períodos ha estado por debajo de la media (51% en el período 1942-2014): 45,05% en 2006; 44,33% en 2010 y 47,89% en 2014.
El proceso de paz emprendido por Colombia hizo que el número de víctimas del conflicto armado disminuyera considerablemente, sin embargo, la respuesta represiva del Estado a la protesta social y el asesinato sistemático de líderes comunitarios, aún en medio de las negociaciones, es un factor que no puede ignorarse. A ese hecho se suma la baja popularidad del presidente Santos, quien sigue en mínimos históricos de aprobación: 14%, según una encuesta realizada a principios de este año por la firma Yanhaas.
Si se habla de la situación de los jóvenes, el panorama no es alentador: según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada cinco está desempleado; estudios registran un aumento de la población entre los 14 y 25 años que no estudia ni trabaja; y cifras de Medicina Legal apuntan que representan más de 40% de las víctimas de homicidio.
Guisao, como politóloga, recuerda que las campañas solo pueden apuntar a dos sentimientos para ganar adhesiones: el miedo y la esperanza. En Colombia, al menos en las últimas tres elecciones, el primer factor ha sido determinante "por el fantasma del supuesto 'castrochavismo' de Venezuela" o la amenaza de que la extinta guerrilla tomara el poder, así que la cuesta para cautivar el voto con otras propuestas es empinada.
Goebertus sabe que no la tiene fácil pero considera que es su momento de lanzarse al ruedo. Guisao, quien se excusa por su fatalismo, siente que el campo más fértil para las transformaciones no está en la boleta y la urna: "sí, sé que hay jóvenes apostándole a eso, pero es un porcentaje todavía muy pequeño. En Colombia, las viejas maquinarias están adueñadas de las elecciones y, en definitiva, la política electoral no es algo que nos convoque, no es un fenómeno joven".
Nazareth Balbás