Diferentes organizaciones patrocinan e invitan a todas las mujeres del mundo a detener sus actividades cotidianas para hacer visible no solo el reclamo contra la violencia machista sino también la conciencia. Son conscientes, no se callan más y van a parar para demostrarlo.
El Paro Internacional de Mujeres es una experiencia que se hizo por primera vez hace casi un año. En aquella oportunidad, cerca de 60 países levantaron la voz para protestar en contra de todos los tipos de violencia machista: sexual, social, cultural, política y económica.
Este 2018, el asunto viene cebado, no solo por la adrenalina misma que generan las revoluciones y las expresiones con mucha vidriera como el 'Time is up' de Hollywood o el viral #metoo, sino porque las estadísticas sobre las consecuencias de un mundo patriarcal aún no decrecen lo suficiente para tranquilizar a nadie.
A pesar de que la disponibilidad de datos es limitada y que existe una gran diversidad en la manera en que se cuantifica la violencia de género según países y culturas, en todos los contextos los índices son alarmantes.
Según la ONU, el 35% de las mujeres en todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia sexual por parte de una persona distinta a su pareja.
En la mayoría de los países donde existe registro de datos, menos del 40% de las mujeres que sufren violencia buscan algún tipo de ayuda. Entre las que lo hacen, la mayoría recurre a la familia y amistades y muy pocas confían en instituciones y mecanismos oficiales, como la policía o los servicios de salud.
La violencia machista es un asunto complejo, un monstruo de mil cabezas tan instalado en las sociedades que por momentos parece imposible de erradicar. Pero las mujeres, unidas y organizadas, empiezan a contar sus primeros logros: conectarse, poner el tema en los medios masivos de comunicación y las redes sociales, hacerse lugar en las agendas políticas y reivindicar la lucha por la igualdad de género.
Las mujeres exigen un Estado presente y un cambio cultural consciente. Políticas orientadas a la igualdad de género, recursos para llevarlas a cabo, perspectiva de género en la educación y los medios de comunicación y el fin de la impunidad de la que gozan los agresores de mujeres.