Un supervolcán de Japón podría hacer erupción y matar a 100 millones de personas
Desde su última erupción, hace 7.300 años, un volcán permanece sumergido en las costas de Japón. Sin embargo, científicos alertaron que podría recuperar su actividad y ser devastador.
Especialistas de la Universidad de Kobe descubrieron evidencias de una cúpula gigante de lava en la cámara de magma del volcán Kikai, situado al sur de la isla de Kyushu, publicó Nature. En su interior habría unos 32 kilómetros cúbicos de magma; además, algunas distorsiones observadas en su superficie mostrarían que el domo que lo recubre aumenta su tamaño, que en la actualidad es de 10 kilómetros de ancho y 600 metros de alto.
Japan's Kikai Caldera hosts giant lava dome, survey confirms https://t.co/a9o2QFILx1@upiより pic.twitter.com/D2G2NwqO1g
— Yasu (@noosa_noosa) 9 de febrero de 2018
Si el volcán llegara a entrar en erupción, las consecuencias serían terribles, ya que la gran cantidad de desechos arrojados a la atmósfera bloquearían la llegada a la Tierra de los rayos del Sol y provocarían un 'invierno volcánico'. También ocasionaría un tsunami en el sur de Japón que golpearía las costas de China antes de llegar al oeste de América.
Poco probable
Para los científicos encargados de la investigación, este tipo de erupciones tan potentes son "eventos raros pero extremadamente peligrosos". En ese sentido, el profesor Yoshiyuki Tastsumi, a cargo del Centro de Exploración del Fondo Marino de Kobe (KOBEC, por sus siglas en inglés), aclaró que la posibilidad de erupción es de 1% en los próximos 100 años, pero que, de ocurrir, "el número estimado de muertos podría ser de 100 millones en el peor de los casos".
Hasta el momento, los especialistas del KOBEC han realizado tres viajes para investigar la zona de Kikai y descubrieron que la lava se eleva a 600 metros del lecho marino, solo 35 metros debajo de la superficie. Asimismo, hallaron burbujas de gas y columnas de agua caliente en cercanías de la caldera.
Por eso, en la próxima expedición, prevista para marzo, los investigadores prevén utilizar instrumentos de reflexión sísmica y robots submarinos para obtener más datos sobre la formación de la caldera y los mecanismos que podrían derivar en su gigantesca erupción.