En 2012, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) establecieron el Observatorio Atmosférico Altzomoni, ubicado a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar y considerado por la comunidad científica como el más alto del mundo.
Localizado en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, en el Estado de México, este laboratorio tiene un objetivo que no solo es de carácter universitario, actualmente se dedica a la investigación ambiental y al estudio de la composición de la atmósfera alta del planeta Tierra.
Gracias a su ubicación estratégica, Altzomoni cuenta con menor interferencia de vapor de agua, lo que podría afectar las indagaciones de la máxima casa de estudios del país azteca. Además de ello, este laboratorio detecta con gran exactitud la cantidad de gases de efecto invernadero como ozono y carbono negro, los cuales provocan el aumento de la temperatura en la Tierra.
De acuerdo con el doctor Michel Grutter de la Mora, investigador del Grupo de Espectroscopía y Percepción Remota del CCA y titular del Observatorio Altzomoni, "este laboratorio sirve como referente para efectuar mediciones satelitales y brindar información de calidad a instancias como la Comisión Nacional de Áreas Protegidas, el Servicio Meteorológico y el Sistema de Monitoreo Atmosférico de la Ciudad de México".
Debido a las técnicas de percepción remota, el CCA ha determinado la composición química y las propiedades físicas de la atmósfera mediante métodos ópticos, lo que ayudó que el observatorio atmosférico Altzomoni analizara, hasta la fecha, las fuentes contaminantes que existen en la capital mexicana con mayor detalle.
Grutter de la Mora dijo que "debido a que la mayoría de las estaciones de este tipo se encuentran en latitudes muy altas, son muy escasas las observaciones en los trópicos, donde los procesos de intercambio de gases en la troposfera alta y la estratosfera toman un papel relevante".
Y agregó: "Las moléculas [de los gases de efecto invernadero] tienen movimientos libres de vibración y rotación, así como la capacidad de absorber radiación en frecuencias específicas. De este modo —reiteró— pueden identificarse y cuantificarse en el paso óptico de la radiación antes de llegar a los sensores de Altzomoni instalados en la superficie, lo que permite conocer la afectación del balance energético del planeta tras el uso de combustibles fósiles".
De acuerdo con el titular de este recinto, "con un sondeo remoto de emisiones se puede estudiar la composición química de los gases emitidos por el volcán Popocatépetl, tales como el dióxido de azufre, con el cual es posible conocer la evolución y abundancia relativa de otros gases de origen volcánico".
En lo que respecta a la calidad del aire del Valle de México, Grutter de la Mora dijo que, "a partir de interpretaciones geológicas de la actividad del coloso, el transporte de contaminantes y la composición atmosférica, es posible contribuir al mejoramiento de los modelos de predicción del clima y realizar un seguimiento puntual del cambio climático, ya que al parecer este no tiene fronteras".
José Luis Montenegro