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Los científicos están a punto de salvar a la humanidad del alcoholismo

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Distintos medios han ofrecido en los últimos días noticias sobre varios descubrimientos para luchar contra ese mal.

Diversos avances científicos recientes no solo nos ponen más cerca de curar el alcoholismo, sino de poseer métodos para evitar que cualquier ser humano dependa del alcohol. De hecho, pronto podría dispensarse en farmacias un fármaco desarrollado por el científico ruso Serguéi Eresko que curaría ese mal, sugiere un artículo publicado en el sitio web de la cadena rusa Piaty Kanal.

El tratamiento se basa en la grelina, conocida como la 'hormona del hambre', que causa la dependencia del alcohol. El remedio desarrollado por Eresko, un graduado por la Universidad Estatal de Veliki Nóvgorod de 24 años, reduce los niveles de esa sustancia y, por tanto, inhibe la adicción fisiológica.

Antidepresivos contra el alcoholismo

La relación entre el alcoholismo y el sistema hormonal se estudia desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, especialistas canadienses propusieron tratar la adicción al alcohol con tandospirona, un antidepresivo que interactúa con los receptores de serotonina. Como resultado, esa 'hormona de la felicidad' elimina la inquietud que surge al dejar de tomar bebidas alcohólicas tras largos periodos de consumo excesivo.

Sin embargo, la solución propuesta por Serguéi Eresko es verdaderamente innovadora porque no trata de combatir el síndrome de abstinencia, sino que actúa directamente contra la hormona responsable de la necesidad de ingerir alcohol.

El secreto está en los genes

Otros investigadores han hallado que las mutaciones de cinco genes explican que el ser humano resiste peor las grandes ingestas de alcohol con el tiempo, como indica un estudio que publicó recientemente la revista Napareciature Ecology & Evolution.

Kelsey Elizabeth Johnson y Benjamin F. Voight, integrantes de la Universidad de Pensilvania, descubrieron que la propia evolución provoca que los seres humanos aguanten peor la ingesta de grandes cantidades de alcohol. 

Así, las variantes de una enzima que descompone esa sustancia en el cuerpo son menos efectivas a la hora de procesar las bebidas espirituosas y algunas personas quedan en tal estado que es probable que no desarrollen el gusto por consumirla.

Estos científicos estadounidenses son optimistas: bastarían unos 1.000 años ¡y las ganas por tomar alcohol terminarían por sí mismas!

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