La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha decidido salir en defensa del director adjunto del diario El País, David Alandete, al considerarle víctima de una supuesta "campaña de desprestigio montada contra él".
En un comunicado difundido este jueves, este organismo acusa a "medios rusos y otras organizaciones en sintonía con estos" de "desacreditar e invalidar desde el origen todo lo que publique Alandete" y de "impedir que ejerza el periodismo libremente". Entre los medios citados se encuentra RT.
Las redes sociales no han tardado en reaccionar a la divulgación de este comunicado, con diversos mensajes que oscilaron, en su abrumadora mayoría -por no decir totalidad- entre la burla y el simple rechazo. Y es que no deja de ser asombroso que, después de los titánicos esfuerzos de Alandete por desprestigiar el trabajo de medios como RT, vertiendo acusaciones tan delirantes como infundadas, aparezca mencionado como víctima, precisamente, de una campaña de desprestigio en sentido inverso.
En la primera versión de su comunicado, la APM atribuyó, de manera genérica, a "los instigadores de la campaña" una supuesta acusación a Alandete "de mantener vínculos con la CIA, basándose en el argumento de que cursó un máster en Política Internacional en la Universidad George Washington con una beca Fullbright". RT nunca ha vertido ni suscrito esa acusación contra David Alandete, por lo que procedió a exigir a la APM la correspondiente rectificación. Dicha organización, por cierto, no se puso en ningún momento en contacto con RT para verificar la información errónea que, sin embargo, se permitieron difundir.
La APM llevó a cabo una rectificación en su comunicado, atribuyendo la acusación a David Alandete a sus autores específicos, y desligando a RT del asunto. Sin embargo, con esa modificación insuficiente cometen la tremenda torpeza de seguir señalando a RT y Sputnik como impulsores de la supuesta "campaña de desprestigio" al director adjunto de El País, sin explicar por qué se les supone tal condición y, por supuesto, sin aportar ninguna prueba al respecto. Esta forma de proceder no es solo la opuesta a la que cabe esperar en el caso de unos supuestos periodistas profesionales, sino completamente nula en cuanto a credibilidad.
A vueltas con la "injerencia rusa"
En un párrafo sorprendente, el comunicado de la APM explica que esta "campaña" nace "a raíz de las informaciones que El País viene publicando sobre la presunta injerencia rusa en el conflicto catalán y en otros procesos electorales celebrados en Europa en los últimos meses".
Cualquiera que consulte las fechas de las publicaciones de David Alandete y de RT al respecto y lea imparcialmente y con atención su contenido, llegará lógica e inevitablemente a las siguientes conclusiones:
- Las publicaciones de RT siempre son en respuesta a algún artículo acusatorio de El País, en el que se atribuye a este medio un papel activo en la supuesta injerencia rusa en occidente.
- Dichas acusaciones carecen de pruebas reales y están basadas en supuestos estudios o informes a los que no se puede acceder... o en otros artículos del mismo autor y con contenido similar.
- El número de artículos publicados por El País en los que se menciona a RT es ampliamente superior al número de materiales en que RT menciona a El País o a su director adjunto.
En vista de todo lo anterior, hablar de "campaña de desprestigio" hacia David Alandete, cuando el propio director adjunto de El País ha sido el principal impulsor de gravísimas acusaciones contra RT, y el mayor contribuyente a la creación del bulo de la injerencia rusa, está más cerca del cinismo que de la mera parcialidad.
"Curioso a quién defendéis y a quién no"
Otras críticas con las que los usuarios de Twitter han recibido el comunicado de la APM se centran precisamente contra el "curioso" criterio de esta asociación a la hora de decidir a qué periodistas defiende y a cuáles no.
Ciertamente, la APM, en su supuesta defensa del gremio, no parece haber tenido en cuenta el gran número de periodistas españoles que trabajan para RT, tanto en Rusia como en España e incluso en corresponsalías en el extranjero, que no solamente se han sentido absolutamente abandonados por las asociaciones de prensa, incluida la propia APM, sino agraviados también por comunicados como este que, siguiendo la línea de El País, faltan a la verdad y toman parte en un conflicto sin atender a una de las partes o enfocar el asunto con suficiente imparcialidad.
Es muy llamativo que una asociación como la APM, a la que se supone constituida en torno a los intereses del buen periodismo y de los profesionales que lo ejercen dignamente, se preste a hacer una defensa explícita de quien ha sido autor de una serie de artículos -sobre la supuesta injerencia rusa, cuando no directamente sobre el presunto papel que RT juega en ella- que contravienen las bases más elementales de la profesión, y que avergonzarían a cualquier periodista serio. Es triste además que, siendo periodistas, los responsables de la APM no se hayan tomado siquiera la molestia de consultar a la parte acusada y recabar al menos su postura al respecto. ¿Será que lo que están defendiendo es precisamente este tipo de periodismo, indigno, por cierto, de tal nombre?
Como bien señalaba este jueves el diario Público, "hace un año la APM fue muy criticada tras publicar un inédito comunicado en el que denunciaba una 'campaña sistematizada de acoso personal y en las redes' de Podemos hacia sus periodistas críticos pero no detalló ni aportó pruebas". Todo apunta, efectivamente, a que tanto David Alandete como la APM comparten una visión similar del ejercicio del periodismo, de la que en RT discrepamos profundamente.
Por lo demás, no resulta extraña la acogida que su comunicado ha tenido en Twitter. El bochorno, el rechazo y la burla son las reacciones lógicas a un comunicado que, además de despreciar su obligación elemental de aportar pruebas de las acusaciones que lanza, está teñido de un victimismo difícil de entender entre personas adultas. Por otra parte, tampoco sorprende esa actitud, tristemente habitual cuando escasean los argumentos y la legitimidad real.