El escándalo desatado por la filtración de datos de millones de ciudadanos por parte de la firma birtánica Cambridge Analytica (CA) y Facebook es una bola de nieve que parece no tener fin.
Contratada para la campaña electoral de Donald Trump, CA recopiló información privada de 50 millones de usuarios de Facebook sin su conocimiento, y luego utilizó esa información en un intento de influir en las elecciones a favor del ahora mandatario de EE.UU. Según los informes, la campaña de Trump pagó 5 millones de dólares a CA por sus esfuerzos.
Desde que estalló el escándalo "Facebook ha intentado hacerse la víctima" y lo ha conseguido "con éxito", mientras, paralelamente, el caso pone de manifiesto que había otras fuerzas "más influyentes" involucradas en la campaña de Trump, más allá de las "malvadas manipulaciones en las redes sociales" que se atribuyen a Rusia, sostiene la periodista irlandesa Danielle Ryan, experta en el tema, en un artículo de opinión para RT.
Según ella, los medios se han centrado más "en CA y sus trucos sucios y no en el hecho de que una compañía gigante de datos como Facebook permita que suceda (una filtración de datos)".
La experta aclara que Facebook, obviamente, no es una víctima. De hecho, la misma compañía ha dicho que el uso por CA de los datos de 50 millones de cuentas de sus usuarios "no fue una violación de datos porque, en algún lugar dentro de la maraña de configuraciones de privacidad intencionalmente complicadas de Facebook, los usuarios habían dado su consentimiento técnico para extraer sus datos".
Paradojas de la historia
Ryan sostiene que "hay muchos niveles de ironía en esta historia". Primero, mientras CA extraía datos de Facebook para ayudar en la campaña de Trump, los altos ejecutivos de Facebook estaban trabajando activamente para ayudar a su rival en las urnas, Hillary Clinton.
"Los correos electrónicos filtrados entre la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, y el presidente de campaña de Clinton, John Podesta, revelaron que Facebook proporcionó investigaciones a Clinton en 2015", dice.
Segunda ironía: Después de que Trump ganara las elecciones, SCL Group, la empresa matriz de CA, ganó un contrato del Departamento de Estado de los EE.UU. para ayudar a combatir la propaganda en Facebook.
Tercera ironía. Desde Facebook han mostrado su indignación por el modo de actuación de CA; si bien la ex directora de comunicaciones, integración y análisis de medios de la campaña de Barack Obama en 2012, Carol Davidsen, admitió que Facebook permitió que en esa oportunidad se hiciera lo mismo (que CA hizo con Trump).
Entonces —se pregunta Ryan— "¿quién es más culpable aquí? ¿Una empresa como Cambridge Analytica, que usa sobornos políticos y trampas para desacreditar a las personas, o un gigante de las redes sociales que vende los datos personales de sus usuarios al mejor postor? O... ¿Rusia?"
Realmente, dice la experta, no hay mucha diferencia entre Cambridge Analytica y Facebook, porque "ambos usan nuestros datos para fines políticos y financieros".
¿Y Rusia?
Antes de que se desatara este escándalo, los principales medios de comunicación del mundo estaban empeñados en acusar a Rusia y su presunto uso de Facebook, con la supuesta compra de cientos de anuncios en esa plataforma, para influir en las elecciones de EE.UU. de 2016.
Después que salieran estas revelaciones a la palestra pública —dice la experta— parece que "había, de hecho, otras fuerzas, tal vez más influyentes, en juego", más allá de las "malvadas manipulaciones en las redes sociales" de Moscú, ironiza.
Ryan sugiere que ahora Washington debería sancionar inmediatamente a Reino Unido por los intentos descarados de una compañía británica de inmiscuirse e influir en las elecciones presidenciales estadounidenses.