Durante las excavaciones en la pequeña ciudad italiana de Imola (provincia de Bolonia) los arqueólogos encontraron en el 2010 los huesos de un feto humano en la tumba de una mujer muerta entre los siglos VII y VIII. La distribución de los huesos y un orificio en la calavera de la madre les hicieron sospechar que se trataba de un insólito parto posterior al entierro.
Los estudios detallados de ambos esqueletos y la distribución de sus fragmentos confirmaron la sospecha y ofrecieron una explicación. Los científicos plasmaron sus principales conclusiones en un artículo publicado este lunes en la revista Science Alert.
Para el momento del hallazgo la cabeza y el cuerpo del feto se encontraban entre las caderas de la madre, mientras que las piernas estaban en el área pélvica, como sucede durante el parto natural. A partir del desarrollo de cada hueso, los científicos pudieron determinar la edad del feto, que correspondía aproximadamente a la 38ª semana de embarazo.
El artículo destaca que la mujer, que tenía entre 25 y 35 años cuando murió, estaba a punto de dar a luz de forma normal, puesto que el embarazo dura normalmente 40 semanas.
Además, fue sometido a estudio el cráneo de la mujer, agujereado en su parte superior, por encima de la frente.
Desde el principio el orificio estuvo asociado con la causa de la muerte, pero los expertos lo atribuyeron finalmente a un primitivo tratamiento médico contra la subida súbita de la presión arterial (eclampsia): una enfermedad bastante típica entre las embarazadas y potencialmente mortal. Llegaron a esta conclusión debido a la recuperación parcial del tejido óseo, algo que indica que la mujer estuvo con vida durante al menos una semana después del presunto procedimiento.
La escena es consistente con el fenómeno de 'parto del ataúd', sostienen los científicos. Se trata de una situación conocida también como 'extrusión fetal post-mortem', cuando el feto, ya sin vida, es expulsado del cuerpo materno por la presión de los gases fruto de la descomposición.