Rusofobia en la nueva Guerra Fría: un analista político de EE.UU. pone en evidencia los riesgos

¿Enfrenta hoy la humanidad un peligro mayor que durante los duros años de puja nuclear entre EE.UU. y la URSS? Un destacado académico estadounidense dice que sí, y apunta a la rusofobia como detonante

La nueva Guerra Fría es potencialmente hasta más peligrosa de lo que pudo serlo durante 40 años su predecesora, sostuvo Stephen Cohen, profesor emérito de las Universidades de Nueva York y Princeton, en una de sus discusiones semanales con el periodista John Batchelor en el portal The Nation.

En respaldo de ese parecer, el profesor citó entontes tres factores: el hecho de que al día de hoy el epicentro político de la confrontación pasa por las fronteras de Rusia, la falta de un código de conducta compartido y la demonización sin precedentes del líder del Kremlin. En ese momento, el experto no le atribuyó a la rusofobia un papel de mayor importancia, como el que sí lo tuvo, antaño, el anticomunismo. 

Sin embargo, Cohen ha reconsiderado este último factor tras las declaraciones sorprendentemente rusófobas de ex funcionarios de inteligencia estadounidenses a lo largo de 2017.

A manera de ejemplo, James Robert Clapper, un teniente general retirado de la Fuerza Aérea y actual director de Inteligencia Nacional, dijo a la cadena nacional NBC que "los rusos [...] típicamente están casi genéticamente impulsados ​​a cooptar, penetrar, ganar el favor"; mientras que el director de la CIA, John Brennan, advirtió que los rusos "tratan de sobornar a las personas e intentan que los individuos, incluso ciudadanos estadounidenses, actúen en su nombre, ya sea consciente o inconscientemente (...). Las personas que siguen un camino de traición, a menudo no se dan cuenta hasta que resulta demasiado tarde". 

Entre tanto, el senador John McCain tilda a Rusia como "una gasolinera disfrazada de país".

Comentarios como estos, provenientes de altos funcionarios de inteligencia –cuya profesión requiere una rigurosa objetividad– y de figuras políticas influyentes, llevaron a Cohen a buscar otras declaraciones similares por parte de los principales creadores de opinión y de publicaciones destacadas.

Lo que sigue son algunos de los muchos ejemplos recopilados por el profesor: 

Dejando aparte todas las consideraciones de origen 'histórico' acerca del fenómeno de la rusofobia, tres suposiciones de Cohen parecen ser ciertas: 

  1. Las actitudes rusas hacia Estados Unidos no están ni histórica ni genéticamente predeterminadas, como lo demuestra la 'Gorbymania' presente en Estados Unidos a fines de la década de 1980, cuando el presidente ruso Mijaíl Gorbachov y el presidente estadounidense Ronald Reagan intentaron poner fin a la Guerra Fría anterior; 
  2. La extraordinaria demonización de Putin no ha hecho sino unir más a los rusos; 
  3. La rusofobia reinante entre las elites políticas y mediáticas estadounidenses, y en grado mucho menor entre los ciudadanos comunes, es otro factor que ha hecho que la nueva Guerra Fría sea mucho más peligrosa que la anterior.