Un amplio debate se encuentra en marcha en estos momentos: versa sobre la regulación de las relaciones entre los robots sexuales y los humanos, está vinculado con un problema moral y centra parte de sus discusiones en la necesidad de atribuir derechos a la Inteligencia Artificial (IA).
Slavoj Zizek, filósofo cultural e investigador principal del Instituto de Sociología y Filosofía de la Universidad de Ljubljana (Slovenia), reflexiona en un artículo para RT acerca de las crecientes exigencias de proporcionar derechos a las muñecas sexuales, formuladas por quienes plantean que estas sufren de "humillaciones" y "maltrato" por parte de los humanos.
Según opina Zizek, los que proponen atribuir derechos a los robots, de hecho "no se preocupan" por las "máquinas" sexuales, ya que ellas no sienten "dolor", sino por la naturaleza agresiva de los humanos, que podrían trasladar sus "actidudes brutales" a la vida real.
Sin embargo, sostiene Zizek, el problema de la relación entre la vida real y la virtual es mucho más complejo de lo que parece a primera vista. Los humanos tienden imaginarse cosas que nunca se atreverían hacer en la realidad. Según el experto, si alguien tiene inclinaciones violentas, siempre será mejor que satisfasga sus deseos en la vida virtual, para que no lo haga en la vida real.
Los robots podrían desarollar sus propios estándares morales
Además, dice el filósofo, los "sexbots" bien podrían estar programados para ser "sádicos" que maltraten a los humanos. En ese caso, si los humanos proporcionan tales derechos a los robots y prohíben maltratarlos, eso equivaldría a considerarlos como "objetos" con "mínima responsabilidad y autonomía", de manera que no habría que culparlos si ellos maltratan a los humanos.
Desde el punto de vista de Zizek, el mayor error de los que promueven los derechos de las muñecas sexuales consiste en aplicar estándares de la moral humana a la IA. Y plantea que con el futuro desarollo de la IA, los robots podrían desarollar su propia "psicología", que sería distinta de la de los humanos.
En ese caso, concluye el experto, podría resultar que el indicio real de la "autonomía ética" del robot sexual no seá el hecho de que la muñeca pueda rechazar el maltrato, aunque esté programada para hacerlo, sino que pueda disfrutar del tratamiento brutal y convertirse de esa forma en un "sujeto real" del deseo, tan "inconsistente" como los seres humanos.