Música, ritmos dinámicos, destreza, simpatía, sonrisas, soltura y adrenalina. Si alguien menciona estos componentes, seguro se está refiriendo a Santiago de Cali, en Colombia, donde es casi imposible no ponerse a bailar. Esta ciudad ubicada a unos 460 kilómetros de Bogotá, la capital del país, y a 480 de la frontera con Ecuador, tal vez no sea el destino más visitado por turistas extranjeros, pero sin dudas es uno de los sitios más entretenidos de aquella nación.
"Cali es la capital mundial de la salsa porque aquí los bailarines de los años 60 y 70 se arriesgaron a acelerar un poquito la música, porque la sentían lenta", explica el bailarín profesional Alonso Esteban Zapata, un ingeniero industrial y biólogo de 28 años, quien mueve su cuerpo al estilo caleño desde que tiene ocho. El especialista, que compitió dos veces en el Festival Mundial de la Salsa en aquella ciudad, destaca: "Le dieron velocidad para ser más ágiles, disfrutar más y conseguir mayor 'sabrosura' dentro del baile".
"Después de eso, se hizo famoso el estilo caleño, donde las rodillas se mueven muy rápido, las mujeres tienen cadencia, hay acrobacias, figuras y se retan bailarines de ambos sexos", explica Zapata, quien participó del 'Salsódromo' de la Feria de Cali durante ocho años —en su última edición asistieron 250.000 espectadores, informa El País de Colombia—.
"Ritmo pegajoso y alegre"
Viviana Vargas, de 31 años, es una de las eminencias del baile en la ciudad: ganó dos títulos mundiales de salsa, el último lo obtuvo en Cali durante el 2014, y el primero de ellos, en 2005, fue en Las Vegas, cuando tenía tan solo 18 años. "Puedo sentir la euforia del público, sus aplausos. Eso me emociona, porque puedo llevar a los espectadores al delirio", describe para graficar sus sensaciones a la hora de sacudir el cuerpo.
En efecto, la personalidad de Vargas se agranda cuando expresa su arte: "Soy muy pequeña, mido 1,56, con los tacones 1,62, pero siento que soy de dos metros. La mujer más divina del mundo". Al subir al escenario, se siente "plena, grande, respetada, querida y hermosa", y añade: "Esa mezcla de sentimientos, más el público, me llevan a un éxtasis donde no me podría sentir más feliz".
La entrevistada tiene su propia escuela de salsa, llamada 'Stilo y Sabor', donde el objetivo es "enseñar el ritmo caleño de manera fácil, porque es difícil de aprender, por su velocidad". La clave para los principiantes, según cuenta, es "aprender sonriendo, porque nada se incorpora a la fuerza". Por el lado de los más experimentados, "la rigurosidad y presión son más altas, aprenden salsa caleña por niveles y la última etapa es el escenario".
"Te hace conocer personas"
"Amo lo que hago y amo hacerlo en esta ciudad", comenta Vargas, quien está acostumbrada a posarse en los ojos de turistas colombianos e internacionales. "El público extranjero y nacional está atraído por la salsa de Cali porque es un ritmo muy pegajoso y alegre, que te hace conocer personas y pasarla bien", considera.
A su vez, opina: "Se vive y se siente en una ciudad con un clima 'cheverísimo'. La salsa se suma a muchas virtudes de aquí, como la gente, que es una 'chimba' —término local para decir que algo es muy bueno—, un paquete irresistible para propios y extraños".
A diferencia de otras ciudades, donde sus ritmos tradiciones se pierden con el correr del tiempo y ya no son escuchados por las generaciones más jóvenes, en Cali la danza perdura en el tiempo: "Las tecnologías cambian, la generación 'millenial' es muy loca, pero hay mucha gente trabajando por la salsa", se enorgullece.
Sin embargo, reconoce: "No sé qué tanto vaya a durar. Yo amo el reggaetón, no escucho todo el tiempo salsa". Aunque aclara: "La cultura no se pierde. Si vas a los barrios marginales de Cali verás gente que tiene un ranchito que se está por caer, pero lo sostiene con las columnas de la música. Es una 'vaina' (situación) loca".
Salsa caleña, en cifras
Entonces, ¿por qué Cali es la capital mundial de la salsa? Según su Alcaldía, además de contar con eventos de gran trascendencia como el Festival Mundial de la Salsa, la Feria de Cali y la Bienal Internacional de Danza, o grandes espectáculos como 'Delirio' —donde trabaja Vargas—, hay números interesantes para comprender cómo la música se impregna en la vida de los habitantes.
Los datos oficiales reflejan que hay más de 90 escuelas de baile de salsa agremiadas y 115 establecimientos de diversión nocturna, donde bailarines expertos del ámbito local se mezclan con turistas de todo el mundo, que dan sus primeros pasos al compás del ritmo latino mientras beben bebidas alcohólicas típicas del lugar.
Otro rol fundamental para que prevalezca este género musical sin importar el paso del tiempo es el de los coleccionistas. En efecto, las autoridades estiman que hay cerca de 3.500 fanáticos que atesoran sus piezas musicales como si fueran oro. "Disco que no tenga algún coleccionista caleño, no existe, no lo busque", dice un dicho popular.
Además, según informa el Gobierno local, se desarrolló una importante industria en torno a la salsa, que va desde la confección de vestuario y calzado, hasta la construcción de instrumentos. Al mismo tiempo, se destaca la producción de obras pictóricas, novelas, películas y obras teatrales.
La salsa caleña resiste a los cambios generacionales.
Leandro Lutzky