Han pasado casi 70 años, pero Ludmila Davýdova lo recuerda como si fuera ayer. Los 79 días que los nazis ocuparon su ciudad los tiene grabados a fuego en su memoria. Al contarlo su rostro amable se transforma en el reflejo de la crueldad de esos tiempos.
“Fue un verdadero infierno. Fue horrible. La gente gritaba por toda la ciudad: ´Nos están matando, nos están quemando´”, contó Ludmila.
Durante la Gran Guerra Patria, en total se calcula que cerca de 27 millones de soviéticos acabaron sepultados. Los nazis mataron a varios familiares de Ludmila.
De todas formas, y a pesar del dolor que producen los recuerdos, esta mujer prefiere sacar sus fotografías y compartirlas como homenaje a todos los que lucharon contra el fascismo. El hambre, el miedo y la crueldad son palabras que se repiten en sus historias.
“Entraban en las casas y lo ponían todo patas arriba. Se llevaban toda la comida que había. Si se daban cuenta de que habías escondido algo, te mataban inmediatamente. Se llevaron toda la leche para mi hermana recién nacida. Gracias a que escondimos algo en la despensa, no morimos de hambre”, dijo la superviviente.
No había piedad en las tropas alemanas. Para los nazis, tanto los judíos como los eslavos eran razas de segunda categoría. El Ejército de Hitler planeaba someter a los soviéticos en tan sólo unos meses. El Führer tenía como objetivo llegar a las regiones con más recursos naturales de la URSS y conquistar la capital. En ese camino, Kaluga era un punto vital.
“Kaluga era una ciudad industrial. Había fábricas de armas y los alemanes se hicieron con todo. Los periódicos alemanes llamaban a Kaluga el último bastión de los bolcheviques antes de llegar a la capital”, relató el historiador Valeri Prodovnov.
Las atrocidades del Ejército nazi quedaron grabadas en los recuerdos de muchos, pero no sólo allí.
Entre los archivos de Kaluga se encuentran cientos de historias crueles llevadas a cabo por las tropas hitlerianas. En uno de los documentos los nazis anuncian a toda la ciudad la muerte de 20 personas elegidas de forma totalmente aleatoria. El motivo es que las tropas alemanas encontraron varios cables de teléfono cortados en un edificio ocupado. Además, advertían de que si se repetían hechos similares, las represalias serían aun peores.
Pero la muerte no era el único destino que los soldados alemanes tenían preparado para muchos soviéticos.
La vejación fue la rutina durante años para muchas personas como Maya Sazikova. Con sólo 4 años de edad, fue enviada junto con toda su familia a un campo de concentración. Su hermano murió allí.
A pesar de todo ello, en su memoria también hay espacio para los gestos de solidaridad que vivió.
“Nosotros pasábamos hambre las 24 horas del día. Nos daban sólo pan, y los niños de mayor edad se preocupaban por que no comiéramos rápido. Jugaban con nosotros y nos daban de comer poquito a poquito para que no sintiéramos tanta hambre”, dijo ella.
El trato de los nazis hacia los prisioneros de guerra fue tan cruel que sólo 4 años después de la victoria de la Gran Guerra Patria, la comunidad internacional decidió ampliar los derechos de los civiles y los militares en circunstancias parecidas. La convención de Ginebra de 1949 fue un paso importante para la protección de la dignidad de las personas.
Y voces como la de Maya o la de Ludmila vuelven a despertar a un mundo en ocasiones amnésico ante su propia historia.