¿Y dónde está el Fin del Mundo?: El hogar de los clovis, los primeros pobladores de América
Con apenas unas antiguas puntas de lanza y restos fósiles de elefantes prehistóricos, los investigadores tratan de reescribir la historia de los primeros pobladores de América: los clovis.
"Cuando alguien nos preguntó cómo eran los primeros pobladores de Sonora [estado del norte de México], cuando casi no se sabía nada, empezamos a buscar", cuenta la arqueóloga mexicana Guadalupe Sánchez Miranda en entrevista con RT.
Doctorada en Antropología por la Universidad de Arizona, Sánchez lleva 15 años estudiando vestigios de los primeros pobladores de México en el desierto de Sonora, lo que incluye varias excavaciones en 'El Fin del Mundo', lugar que nombró así por lo inhóspito del terreno. Un lugar donde comenzó a excavar en 2007 y ha realizado algunos descubrimientos que permitirían reescribir la historia de aquellas antiguas tribus.
Fue así que comenzó la aventura de descubrir quiénes fueron en realidad los primeros pobladores del continente.
A la búsqueda de los primeros pobladores de América
Todo comenzó al seguir el rastro de unos huesos de mamut.
"En un museo comunitario vimos unos huesos de mamut, vimos de qué rancho habían salido y fuimos a ver al dueño del rancho. Fue así como dimos con la localidad", relata.
Ubicado en el municipio de Pitiquito, el sitio de excavación –nombrado como El Fin del Mundo por Sánchez Miranda debido a su difícil acceso, con caminos de terracería y trayectos de cuatro horas al poblado más cercano– se convirtió en un de las principales fuentes de información sobre los primeros habitantes del continente americano: los clovis.
Este grupo de cazadores-recolectores habitó lo que hoy es el sur de Estados Unidos y el norte de México hace aproximadamente 13.300 años, durante una era prehistórica conocida como el Pleistoceno.
Conocidos como clovis y descendientes de los primeros pobladores de América, que cruzaron el Estrecho de Bering, sus integrantes provenían de Asia y son el grupo más antiguo en el continente, con algunos rasgos culturales definidos que los hacen identificables. El principal elemento distintivo de este grupo son las peculiares puntas de sus lanzas, con las que cazaban un animal prehistórico parecido a un elefante y conocido como gonfoterio.
Los clovis reciben su nombre de un lugar ubicado en Nuevo México, casi en la frontera con Texas, donde existe un pueblo que se llama de esa manera. Allí se encontró, en 1929, la primera punta de lanza característica de estos grupos nómadas de cazadores-recolectores que comenzaron a poblar la zona.
"Al menos hay una docena o unos 18 sitios, en EE.UU., donde se registra caza de mamuts asociados con estas puntas clovis. Fue así que empezamos a ver si encontrábamos sitios similares. Porque, además, uno de los sitios clovis más importantes está en el río San Pedro, cerca de Naco, Sonora y Arizona, casi en la frontera. Allí hay, por lo menos, en varios de los arroyos, restos de mamuts con puntas clovis", relata Sánchez Miranda.
Cuando los Clovis cazaban elefantes prehistóricos
Uno de los principales hallazgos ocurridos en El Fin del Mundo tiene que ver, precisamente, con fósiles en los que aparecen puntas de lanza clovis junto a restos de gonfoterios, animales prehistóricos parecidos a un elefante, que se creían extinguidos hace 30.000 años y de los que se pensaba que no habían interactuado con humanos. Sin embargo, los restos encontrados por el equipo de la arqueóloga Sánchez Miranda permitieron confirmar que, por el contrario, los humanos sí coexistieron con los también llamados mastodontes.
"Los únicos restos de gonfoterios que se habían encontrado en el sur de Estados Unidos y el norte de México eran de hace 30.000 años, por lo que se pensaba que nunca interactuaron con humanos, pero nosotros vemos que sí", narra la investigadora.
"En El Fin del Mundo encontramos otro gonfoterio junto con algunas herramientas", señala.
¿Quiénes eran los clovis?
Demográficamente, para que un clan o una tribu pueda sobrevivir a la siguiente generación, cada familia debe tener dos o tres hijos, explica la investigadora.
"Si eso no ocurre, porque no hay comida, no sobreviven. Los primeros que pudieron tener una población tan grande fueron los clovis", agrega.
"No eran pueblos como tales, sino familias de cazadores-recolectores, que son grupos muy pequeños, de no más de 20 o 25 personas por grupo. A lo mejor algún otro grupo llegó antes, pero no pudieron sobrevivir mucho más, no pudieron tener más población, hasta que llegaron los clovis", señala.
"Por eso, como arquéologos, son los únicos grupos que podemos ver y que se distribuyeron por otras partes", agrega Sánchez.
Además de las puntas de lanza, se han encontrado otras herramientas de piedra, como navajas y raspadores para hacer ropa, característicos de los clovis.
En el estado de Sonora existen 130 puntos clovis, mientras que en todo el resto de México apenas se han encontrado otros 30. Un dato que evidencia la importancia que tuvo aquella zona para las primeras familias que habitaron el continente.
Antes del desierto
Esos primeros pobladores, con rasgos culturales identificables, tuvieron que enfrentar las inclemencias del clima, incluso mucho tiempo antes de que el terreno que hoy conforma el desierto de Sonora comenzara a erosionarse y volverse cada vez más árido.
"No ha de haber sido un desierto, como ahora", señala Sánchez Miranda al reconstruir, mentalmente, cómo pudo haber lucido El Fin del Mundo 13.000 años atrás.
El terreno se empezó a desertificar al final de la Edad del Hielo, que provocó una falta de humedad en el planeta. Fue entonces cuando comenzó a formarse el desierto de Sonora, al producirse el deshielo en toda esta parte fronteriza entre México y Estados Unidos, lo cual hizo que la corriente que traía las lluvias se moviera hacia el norte, según explica la investigadora.
"Aunque esos valles cercanos a la costa hayan tenido encinos y pastizales, la vegetación cambió por completo cuando las lluvias disminuyeron mucho y empezaron a aparecer mezquites y una vegetación más seca", afirma.
Un clima, en todo caso, muy diferente al que existe actualmente, cuando las condiciones desérticas hacen que el grupo de arqueólogos que trabaja en El Fin del Mundo dependa de los dueños de cada rancho donde se ubique su investigación, para acceder a un pozo de agua que les permita permanecer durante varios días en la zona sin necesidad de provisiones.
Una aventura que Sánchez Miranda y su equipo han convertido en uno de los mayores retos de su vida.
"Son muy raros los sitios donde se pude hallar un animal del Pleistoceno al momento de ser cazado. Pero cuando lo encontramos, es maravilloso", cuenta Sánchez Miranda. "Es como un sueño", concluye.
Manuel Hernández Borbolla