Cómo salir vivo de la Mara Salvatrucha: el testimonio de uno de sus exintegrantes

"Perdón, perdón, perdón", repitió el hombre, quien confesó que "aquel día ocurrió algo poderoso".

¿Es posible salir vivo de una de las pandillas más grandes del mundo? La respuesta es sí; y así lo demostró Satán, el seudónimo de Ernesto Deras, un exintegrante de la Mara Salvatrucha, mejor conocida como la MS-13, que logró dejar atrás su vida delincuencial.

Deras abrazó a la Iglesia evangélica. Un día estaba en el templo del vecindario Panorama City de Los Ángeles y sin saber explicar cómo, se acercó al altar y comenzó a llorar descontroladamente: "Perdón, perdón, perdón", repitió el hombre, quien confesó que "aquel día ocurrió algo poderoso".

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Desde entonces comenzó a asistir con regularidad a la iglesia y ya lleva dos décadas en ella.

Volverse miembro activo de una comunidad religiosa "sigue siendo casi la única forma en la que alguien puede salir vivo de la abominable pandilla Mara Salvatrucha", dice Steven Dudley, codirector de la organización periodística InSight Crime, en un artículo publicado en The New York Times.

"Sigue acercándote a Dios"

Dudley asegura que "otros expandilleros narran historias similares". Y aunque no hay cifras de cuántos integrantes de la MS-13 han dejado el crimen para unirse a la iglesia, un estudio de la Universidad Internacional de Florida hecho con unos 1.200 pandilleros en cárceles de El Salvador, reveló que el 58 % de ellos dijeron que la iglesia es "la organización más adecuada para dirigir programas de rehabilitación".

El especialista explica por qué se da con tanta facilidad este paso desde una pandilla, como la Mara Salvatrucha, a la rehabilitación en una congregación religiosa: "Tanto la iglesia como la pandilla son organizaciones sociales muy unidas; son lugares donde la gente encuentra una familia alternativa que requiere compromisos tanto emocionales como de tiempo".

Dice que en la iglesia estos criminales encuentran empleos y contactos laborales, servicios informales de guardería y acceso a servicios de salud. Además, las comunidades religiosas "monopolizan el tiempo de sus miembros".

En el caso de Deras, pasó un tiempo para que confesara a sus compañeros de pandilla que asistía a la iglesia; pero al hacerlo, contrario a lo que esperaba, le dijeron: "sigue acercándote a Dios".